Capitulo VI Completo
CAPITULO VI
Honor Prion, es la base sobre la que se apoya nuestra hermandad. – Yamal mira fijamente a Prion mientras le habla y limpia con destreza el pulido filo de una espada corta y pesada que refleja la luz como si jamás hubiera sido utilizada.
Durante los últimos dos días, Yamal y Jalfrud se han turnado para formarle y tenerle ocupado entre los combates en los que Alyoret participaba. Realmente le ha tocado hacer trabajos, los mismos que ellos de hecho, bruñir equipo, preparar comidas, o llevar mensajes a la escuela. Sentir que los trabajos que tiene que realizar los comparten sus compañeros le hace sentir que es uno más y, aunque solo lleva dos días con ello, se siente cómodo y extenuado.
El honor se sustenta sobre tres pilares, estos pilares serán el resto de tu vida y harán de ti un hombre de la hermandad. Deber, Respeto, Lealtad, haz de ellos tu verdad. El Deber hará más fácil cumplir con tu cometido, la Lealtad te hará valedor de la confianza de los demás y de la suya hacia ti en contrapartida, y el Respeto es vital para que los que te rodean te acepten y respeten a su vez. Si comprendes que los tres pilares realmente más que una carga son una ayuda en tu camino, avanzaras más rápido. – Prion nota que Yamal le transmite estas palabras casi con devoción y entiende que no es solo una lección sino un mantra de vida para él. – El honor es nuestro escudo ante la adversidad, es el firme sobre el que nos apoyamos para asestar la estocada, es la forma de vida que nos permite completar nuestro camino sabiendo que no andamos solos, el honor hace de todos los miembros de la hermandad uno solo que golpea, respira y corre unido.
Entiendo, señor. – Responde el chico
No, señor no, no soy ni tu amo ni tu jefe, llama a cada miembro por su nombre hasta que te ganes el derecho a llamarle hermano. Cuando te digo que el honor nos une y hacer trabajar como uno solo no debes entender que no somos individuos, porque aquí cada uno tiene su padre y madre, y sobre todo su manera de entender el honor. Tienes que entenderlo como que cada cuervo está dispuesto a luchar por los demás miembros de la hermandad y a cumplir su cometido. Nunca un hermano te abandonara ni permitirá que su deber quede sin cumplir para perjuicio del resto. Pero al final cada uno tiene sus ansias y deseos, su forma de entender la vida y su modo de llevarla.
Entiendo, Yamal. – Una pequeña sonrisa acompaña la frase.
Bien – Le sonríe a su vez Yamal – Ahora es el momento de que elijas un arma que te haga sentir cómodo y le pongamos nombre. Debes cuidarla y tenerla siempre lista para el combate, limpia y afilada.
Prion se acerca al armero de campaña, donde múltiples armas de distinto tipo esperan apoyadas en pie en hileras, todas relucen al sol del atardecer, devolviendo intensos destellos.
; Toma la decisión con calma Prion, Yamal esperara lo que necesites. – La voz que le hablo en su mente en el cubículo vuelve a hablarle sobresaltándole, pero hay algo en ella que le resulta tranquilizador.
; ¿Cómo saber que debo elegir? – Pregunta Prion a la voz
; La elección es tuya Prion, no te equivocaras. – Responde con calma
; ¿Quién eres? ¿Por qué puedes hablarme en mi cabeza?
; Soy un recuerdo, un eco del pasado, de un pasado que sueña con volver. Ahora elige arma y bautízala con tu sangre.
Prion se centra en el armero y observa las distintas armas que allí esperan, tras un rápido vistazo elige una espada sencilla, de filo largo y robusto afilado por ambos lados. La cruceta de la espada es sencilla, de un color dorado muy desgastado sin engarces ni grabados, pero es precisamente la sencillez del arma lo que la hace llamativa para él, la empuñadura parece recientemente cambiada en cuero rojo y negro.
; TO ER EN, SAJEL OG VASBEN. HEJRTE OG STAL. VIER ET.
Aunque las palabras suenan en su cabeza y Prion es la primera vez que las escucha, no puede evitar repetirlas en voz alta al tiempo que su mano diestra corre por el filo de la espada apretando con suavidad ambos lados. Inmediatamente dos surcos carmesís se abren en la palma de su mano y entre las falanges de sus dedos manchando tanto la espada como el suelo a sus pies.
Desde el lugar en el que está sentado Yamal, observa al muchacho, y espera que termine y vuelva con la ensangrentada espada. Con paso lento y mirando el arma elegida Prion llega a delante suya, sentándose en el suelo con las piernas cruzadas.
Déjame ver que has elegido Prion. – Pide Yamal interesado en ver el arma, el chico se la entrega con cuidado, como si fuera un tesoro recién adquirido. – Sencilla y afilada, buena elección.
Gracias.
A partir de ahora debes cuidarla como hemos hablado. Siempre limpia, siempre afilada y presta si la necesitas. ¿Por qué te has cortado con el filo?
Alguien me dijo que al elegir un arma debes bautizarla. Supongo que lo he recordado ahora. – Responde sin mucha convicción el muchacho.
Bueno, no es habitual, pero sé que antes se cumplía con este ritual. – Le señala Yamal. – En cualquier caso, has elegido y debes hacerte uno con tu arma. Entrena con ella hasta que sientas que es parte de ti, una extensión letal de tu brazo. Con el tiempo adquirirás habilidades en más armas por supuesto, pero primero debes controlar perfectamente el arma elegida.
Lo hare Yamal. – El chico sigue mirando casi con devoción el arma, no porque sea espectacular, sino por lo que significa para él y para su futuro. Sabe que todo ha cambio para siempre cuando robo a Ahri, y esa arma representa su nuevo futuro, un camino de acero.
Ambos se levantan y se dirigen a la pequeña zona de prácticas que han dispuesto entre las tiendas de campaña. Durante unos minutos les da tiempo a comenzar a entrenar con distintos movimientos de la espada, bajo la instrucción de Yamal, antes de ver llegar a Alyoret juntar a Aaron a través de uno de los pasillos que dejan sus tiendas entre sí del tercer combate de la seria y ultimo antes de la final.
Aaron trae entre sus brazos el equipo de combate que Alyoret ha acaba de utilizar, brazales, grebas, y un casco abierto por delante. Detrás viene Alyoret con una pesada hacha sobre el hombro derecho y una cota de mallas que presenta un feo tajo en la zona abdominal del que ha salido bastante sangre. Los pantalones de cuero y sus mocasines de piel están manchados de sangre también.
¿Qué tal ha ido? – Pregunta Yamal sin llegar del todo a Alyoret al que precede Aaron tapándole la visión - ¡Por dios que te ha pasado¡¡ - Exclama al ver la tremenda herida.
El combate se complicó. – Dice a modo de explicación Aaron. – Pero ganamos y ahora hay que recuperarse para el combate final.
Limpiare el equipo Aaron. – Se ofrece Prion dirigiéndose al oficial de la hermandad.
Gracias Prion, tendrás que ir a buscar una protección nueva para Alyoret a la escuela.
Hará falta coser ahí, voy a por el material para ello. – Dice Yamal tras revisar el profundo corte.
Déjalo Yamal, está bien así – responde Alyoret apartando al hombre – Dos días para el ultimo combate y partiremos inmediatamente, Jalfrud está ultimando detalles en la escuela.
Las cortinas que cierran la tienda se abren, inundando de luz la tienda, interrumpiendo lo que fuera que Alyoret iba a decir. Solo cuando las cortinas se vuelven a cerrar la claridad desaparece dejando ver la figura de una mujer que sonríe al verles, sus atuendos resultan extraños para ellos, de un corte y tejido del que no sabrían reconocer su procedencia que se pega a su cuerpo sin dejar nada a la imaginación. De su espalda, sobre su hombro derecho, dos empuñaduras gemelas sobresalen en perfecta comunión.
Hola a todos, ¿me echabais de menos? – Pregunta Luz sonriendo.
Por supuesto preciosa, sin ti esto no es lo mismo – Responde Alyoret levantándose para abrazarla - ¿Qué tal ha ido?
Todo perfecto, les encontré, les ayude con unos Lobos que les habían localizado, y estarán en el punto cuando corresponda.
Eres perfecta preciosa. Estaba preocupado, has tardado más de lo esperado en volver… - Parece dudar mientras la mira – ¿Todo bien?
Si cariño, tuve que desviarme un poco a la hora de volver, pero he llegado justo a tiempo para verte luchar.
Alyoret la acaricia con cariño mientras la mira durante unos instantes.
Tienes el pelo más largo que cuando te fuiste, bastante.
No preguntes por favor. Déjame curarte esas heridas y vamos a cenar algo, tengo ganas de comer pan de higos y falafel, parece que hace mil años que no los cómo. – Sonríe mirando a los ojos de Gunthar con complicidad.
Está bien así entonces. – Da el como respuesta lanzando una mirada a las armas que se fijan a la espalda de la mujer por unas oscuras y rígidas fundas - Nunca te había visto con acero cerca, ¿Dónde has estado?
No es acero y no preguntes tanto. - Ella cierra el tema de manera abrupta.
La serena noche se encuentra iluminada por una perfecta luna llena, bañando de plateada luz todo y permitiendo, incluso en la noche, ver a varios kilómetros de distancia a los preparados ojos de los moradores del desierto cuyos penetrantes ojos están acostumbrados a vigilar el infinito entorno del desierto en busca de enemigos u oportunidades.
Frente a la entrada de una gran tienda, construida con pieles y enormes huesos de animales, un grupo de hombres y mujeres se arroban entorno a una hoguera que ilumina sus alegres rostros mientras comparten una frugal cena compuesta de dátiles, agua y algo de carne seca de camello.
Todos ríen observando las monerías que realiza Frey ante ellos con sus ocho años, tratando de emular las proezas de su padre con la espada, utilizando para ello un palo de madera seca que nadie sabría decir de donde ha sacado.
Venga Frey, por hoy es suficiente. A descansar que mañana papa peleara el combate final y necesita descansar. – Le indica una de las mujeres del grupo, levantándose para agarrar al niño cuando ha pasado cerca de ella. Sabiendo de sobra que si le deja espacio para escapar intentara hacerlo.
Nooo. - Se queja fútilmente el muchacho mientras la mujer le acerca al padre para que se despida.
Descansa hijo, haz caso a mama y vete a dormir. Mañana será un día largo y quiero que me acompañes todo el tiempo. Gracias Freia, ahora entro yo.
Estaré dentro cariño. – Le dice antes de darle un suave beso en la mejilla.
Buenas noches Freía. - Entona un coro de voces de los hombres del circulo al unísono.
Pasan un par de minutos en silencio, durante los cuales comparten una larga pipa de la que sale un denso humo azulado que serpentea elevándose mientras refleja la luz de luna con destellos plateados.
Mañana termina el torneo Alforan, dicen que Alyoret recibió un par de heridas feas en el último combate que libró. – Dice uno de los hombres rompiendo la monotonía del silencio.
Si, estuve entre el público durante su combate. No espero que esas heridas supongan una ventaja muy grande, he visto a luchadores con heridas más graves pelear como si no las hubieran recibido. Lo llamativo es que recibió la herida por apartar la vista por unos instantes, como por despiste más que por una maniobra exitosa de su rival. – Responde Alforan dejando escapar una nueva bocanada de humo. – Aunque de poco le sirvió al pobre diablo, más que para acelerar el final del combate. Me voy a descansar familia – Sentencia con un suspiro y dejando la pipa en el suelo cerca del fuego.
Los demás miembros del círculo se despiden entre quedos susurros del hombre, que se dirige hacia la tienda donde entraron la mujer y el niño unos instantes antes. Dentro, un pequeño hogar cubierto con una campana de metal agujereada con bellas formas, arroja una cálida luz en la gran tienda iluminando las paredes de tela rojiza, permitiéndole percibir el interior con claridad suficiente para moverse con seguridad hasta su familia que duerme plácidamente ya al fondo de la tienda.
Tras lanzar una rápida oración dirigida a unas pequeñas estatuillas de barro que se encuentran sobre una mesita baja de cobre, se dirige a descansar también con la certeza de que le costara conciliar el sueño.
El califa espera sentado junto a un espléndido estanque de grandes dimensiones rodeado de árboles fantásticos y macizos florales de un millón de colores. Los enormes arboles parecen buscar el agua, y para conseguirlo han doblado sus troncos en posiciones imposibles, permitiendo que sus largas y finas ramas, colmadas de flores de enormes pétalos blancos, se hundan en las tranquilas aguas del estanque.
Una pequeña silla, aguanta el peso del Califa que parece no darse cuenta de la llegada de Bagum, absorto como esta en el precioso baile de cortejo de los cisnes que lo habitan entre otras preciosas aves, hasta unos segundos después de que este llegue a su lado.
Buenos días Notario. Te esperaba hace rato. –
Buenos días mi Señor. Le envié emisario para avisarle de mi retraso, siento el contratiempo.
Si el momento hubiera sido otro…pero da igual ya supongo. Sígueme, tomemos algo y terminemos con los formalismos lo antes posible. – Se levanta sin mirar si quiera al Notario dirigiéndose hacia un pabellón portátil de telas blancas en el que esperan varias personas para atenderles aparentemente – ¿Ese contratiempo te ha permitido desayunar?
La verdad que no señor. No estará mal tomar algo si me permite acompañarle. – Responde prudentemente Bagum.
Adelante entonces. – Le indica levantando el brazo – Toma asiento y hablemos.
Le sigue hasta una pequeña mesa baja de madera, finamente labrada, repleta de deliciosa fruta. Varios sirvientes esperan hasta que los dos hombres toman asiento para acercarse a llenar un par de copas con agua fresca y poner una escribanía portátil frente a Bagum.
He conseguido reunir todos los poderes que me solicito señor, así como hacer efectivos los pagarés y colocarlos en el depósito de Sidón. – Habla Bagum mientras saca de un zamarro marrón que le acompaña un grueso fajo de papeles.
Perfecto, como siempre Bagum. – Habla el Califa antes de meterse un par de rojas uvas en la boca. Parece pensar durante unos instantes lo que va a decir antes de volver a hablar. – Esta guerra está siendo muy larga notario, pero está todo llega a su fin y esto no va a ser menos.
Se detiene de nuevo a coger una brillante tajada de fruta con la que se pone a juguetear dándole vueltas en la mano, pensando de nuevo en como continuar la charla.
Has realizado una gran labor para el califato durante estos años, quería que lo supieras. – El Califa se detiene mirando a los ojos a su interlocutor.
Ha sido un honor ser elegido para servirle señor. – Responde con cierto orgullo.
También sé que no solo me has servido a mí. –
Bagum levanta los ojos encontrándose dos témpanos de hielo mirándole, atravesando su cabeza buscando desvelar hasta el último de sus secretos. Espera que el Califa vuelva hablar sin saber muy bien cómo responder ni que decir, lo único que tiene seguro al ver los ojos de su señor es que no se está marcando un farol. De alguna forma le han descubierto.
¿No quieres nada de comer? Estamos en la temporada de la fruta más exquisita, más jugosa. – Le ofrece la tajada de la fruta con la que jugaba unos instantes sin apartar la mirada.
No, no entiendo muy bien. – Responde Bagum sorprendido todavía.
¿No entiendes? Eres un hombre muy inteligente, haz un esfuerzo. – Espera unos instantes una respuesta que no llega. – Traernos la caja del juego. – Indica a los sirvientes girándose sobre la silla que responden con rapidez. Aprovechando este momento Bagum rompe una pequeña capsula que esconde en la mano, dejando caer un polvo amarillento dentro de su copa. – Vamos a charlar un rato mientras jugamos una partida.
Con un gesto el Califa despide a los sirvientes, que recogen la mesa antes de salir con un gesto respetuoso hacia ambos hombres dejándoles solos en el bello jardín. Aprovechando un momento de descuido general Bagum empuja su copa ligeramente hacia el Califa, atrayendo para si la otra.
Bagum observa curioso como el Califa monta el tablero del juego y reparte las fichas blancas y negras. Esta realmente desconcertado por el comportamiento del Califa, pero por alguna razón la curiosidad le empuja a seguirle el juego y esperar además la oportunidad de terminar el encargo realizado por alguien que le da más miedo que el mismísimo Califa.
Comienzan la partida moviendo las piezas atendiendo a las puntuaciones obtenidas en unos dados que lanzan dentro de la caja de madera. Los primeros movimientos son de tanteo entre los contendientes, buscando conocer el nivel o la táctica de su rival. Finalmente, las estrategias empiezan a imponerse, obligando a uno y otro a mover según el plan previsto por su oponente.
¿Desde cuándo desconfía de mi Señor? – Pregunta Bagum cuando la partida está en un punto incierto en el que parece que tiene opciones de ganar.
Nunca he desconfiado de ti notario. – La respuesta es lacónica, el interés del Califa esta puesto en la partida, no en la conversación. – Era de esperar que la persona que gestiona las cuentas del Califa fuera objeto de intentos de soborno. Manejas una información valiosa y, teóricamente, cierta.
Con un movimiento lento el Califa mueve, sin levantarla del tablero, una de las blancas piezas que maneja. Pone la pieza en una situación de indefensión, como si estuviera ofreciéndola para ser sacrificada sin beneficio alguno. Bagum estudia el tablero buscando la razón de ese movimiento sin sentido, intentando detectar si es un fallo de su oponente o esconde algo detrás.
Rápidamente la jugada oculta queda clara y Bagum decide ignorar esa pieza para continuar con su propia estrategia que entiende que aún no se encuentra amenazada. Al levantar la vista del tablero se encuentra al califa observándole y parece sonreír ligeramente al ver su último movimiento.
No fue casualidad elegirte como mi gestor personal Bagum. Tampoco fue una elección propiamente mía si he de serte sincero. – Habla el Califa.
¿Puede ser que alguien imponga al Califa este tipo de decisiones? – Pregunta Bagum mirando a los ojos de su señor.
Todos tenemos alguien por encima que ostenta cierto poder sobre nosotros. – Responde el Califa mientras hace una señal para que les llenen las copas que todavía estaban vacías. – Pero eso no es el tema que nos atañe. Al-Saffah está a las puertas de tomar Damasco, con la información que le has ido entregando a movido sus tropas hacia el delta del Gran Zab para interceptar el ejército conjunto que pretendía cortarle la línea de suministro y empujarle contra los muros de Damasco hasta aplastarle. – Ahora la partida ha pasado a un segundo plano, aunque el Califa realiza un movimiento más.
Con todo mi respeto señor, la guerra estaba perdida antes de comenzar. Sidón y alguna ciudad más ya estaban al servicio del ejército rebelde antes de comenzar los primeros levantamientos. – Responde Bagum sin ocultar ya su filiación. Con un dedo empuja suavemente una pieza negra para finalmente tomar la posición de la blanca antes expuesta, levantando la pieza recién ganada y dejándola en la palma de su mano para jugar con ella entre sus dedos.
Sidón se vendió hace dos años ya, de hecho, Arekose fue uno de los promotores junto a Al-Saffah. – Revela el Califa observando el tablero antes de tomar una nueva pieza y desplazándola hacia una posición defensiva.
Bagum levanta la mirada hacia el Califa antes de volver a bajarla y empujar con suavidad varias piezas negras indicando que abandona la partida.
Creo que esta partida la ha ganado hace tiempo. Quisiera saber que me espera ahora a mí. – La mirada del Profeta es ahora desafiante, no tiene miedo.
Necesito una cosa más de ti. – Cierra las tapas de la caja y corre un pequeño pestillo en la parte superior. – Más bien es un favor mutuo.
Admito cierto desconcierto. ¿Por qué habría de confiar en mi ahora?
Porque has realizado una labor magnifica estos dos años para nosotros y nosotros cuidamos de los nuestros. – de nuevo las manos del Califa se dirigen hacia la fruta, cogiendo en esta ocasion unas fresas brillantes y de deliciosa apariencia. – Has trabajado sin saberlo para encauzar los acontecimientos según designios mayores, y ahora nos toca devolverte el favor. – Una de las fresas desaparece tras un enorme bocado.
Si siempre lo ha sabido, ¿Por qué no ha puesto remedio antes?
Como te digo, no había remedio que poner, eras la herramienta que necesitábamos y todo ha ido perfectamente hasta la irrupción de los Lobos.
¿Los lobos? Pero como…
Hay cosas que aun desconoces, fuerzas con las que te has mezclado que tienen un alcance mayor del que puedas imaginarte. Ahora tienes más herramientas a tu alcance que te permiten acceso a mayores poderes, pero lo que no sabes que si es así es porque los Lobos mataron al anterior Profeta.
Parece que es de dominio público mi condición de profeta, también ellos vinieron a mí por ello. ¿Mi nueva condición implica algún cambio del status Quo entre nosotros? – La pregunta de Bagum esperando con incertidumbre la respuesta.
Llevamos mucho tiempo en una guerra de poderes, participamos como peones de fuerzas que podrían arrasar la tierra si liberaran su poder. Tu sabes, tanto como yo, que hay cosas en el mundo más allá de los ojos mortales, ves cosas que nadie ve y vislumbras aspectos del futuro de manera intuitiva y natural. Siempre ha sido así y tu condición de Profeta, ciertamente, te hace más interesante para todas las facciones, más atractivo, y eso te pone en una posición peligrosa.
Conozco las ofertas de los Lobos y la gente de Al-Saffah, ¿qué puede decir el todopoderoso Califa? -Bagum ahora ya no tiene miedo, sabe que está en medio una guerra y su instinto de supervivencia comienza a imponerse.
El Califa te da una oportunidad de escapar con vida, que es más de lo que te han ofrecido hasta ahora. – Se inclina hacia Bagum y le habla casi en un susurro. – Mira el tapiz, sigue tu línea y mira que opciones tienes. Desde Sidón llega una comitiva con el nuevo campeón del torneo de invierno, se dirigen al gran Zab a enfrentarse a la gente de Al-Saffah, o eso es lo que la gente cree. Entre la comitiva hay gente que podrá ayudarte si les entregas la ficha que tienes en la mano, no harán preguntas. – Señala con un dedo hacia la mano izquierda de Bagum, donde en ese momento la ficha blanca pasa de nudillo en nudillo sin que él se hubiera dado cuenta de que aun la tenía.
Sigo sin tener claro por qué este interés en ayudarme cuando, supuestamente, he jugado con dos barajas. – Estira su brazo derecho con la carpeta de los papeles para el Califa – Pero tendré en consideración lo que hemos hablado. – Dice haciendo ademan de levantarse.
Creo que has demostrado una gran habilidad para manejar la situación, y eso te hace valioso. Siendo sincero, si no fueras el nuevo profeta no te habríamos ofrecido esta posibilidad, de hecho, yo estoy en contra de ayudarte, pero no es decisión mía el hacerlo. – Ahora el Califa se recuesta en su sillón mirando con un destello malicioso a Bagum y dando un trago a la copa de metal. – Toma la decisión que consideres oportuno, y elige tu destino. Por mi parte hemos terminado Notario, suerte en el difícil camino que te has granjeado.
Por un momento Bagum ha tenido la tentación de avisar al Califa del producto vertido en su copa, pero finalmente deja que el Califa apure la copa antes de girarse y dirigirse hacia la cancela bellamente labrada de hierro que da acceso al jardín del estanque.
; Si es cierto lo que ahora conozco estoy bien jodido. Hasta siempre Califa, nadie te echara de menos.
Cerca del palacio del Califa, en una finca arrendada al efecto, espera Diocles con el carromato cargado y varios caballos.
¿Sabemos algo de los hermanos? – Pregunta Bagum nada más entrar.
No, desde que Joram salto de la calesa con tus ropas y entro al palacio. No sé si habrá funcionado el engaño. Después, teóricamente debía juntarse con Alfatar para salir de la ciudad y esperarnos en el punto designado. - Responde el fiel sirviente.
Déjame asearme y relajarme un rato. Tengo que revisar nuestras opciones Diocles, creo que estoy en un aprieto y por desgracia te he arrastrado conmigo. El Califa lo sabía todo acerca de mis movimientos con la gente de Al-Saffah, y los ha permitido. En cierto aspecto creo que tenía acceso a información sensible precisamente para que llegara a manos de los rebeldes. – Su voz se muestra más nerviosa de lo que le gustaría y Diocles lo percibe con rapidez poniéndose nervioso a su vez – Esto significa que para ambas partes soy un traidor.
Alguna opción tendremos cuando el Califa te ha dejado salir con vida del palacio. – Inquiere Diocles mientras rellena una jofaina con agua fresca.
Creo que sabe que estoy vendido y no se ha dignado en mancharse las manos. – Se lava ambas manos y se moja el cuello con abundante agua. – Déjame solo por favor Diocles.
Sí señor, estaré fuera. – Se despide el criado llevándose la ropa que el Profeta ha dejado caer.
Durante unos minutos, Bagum, busca un sitio donde poder observar el tapiz sin éxito. Aun duran los efectos de la conversación sobre su ánimo, descubrir que ha sido un peón en manos de otros le molesta profundamente, pero sobre todo se siente imbécil por haberse dejado involucrar en este peligroso juego sin haber previsto el peligro, sin haber percibido ni siquiera un atisbo del manejo.
Entiende el alcance de sus acciones y, que ocurra lo que ocurra, alguien tendrá motivos para buscarle.
<< Como he podido ser tan idiota, puta avaricia. >> – Su voz truena en su cabeza, no dejándole concentrarse en el Tapiz
Comienza a respirar con calma, y se concentra en su corazón que encuentra desbocado. Espera y deja que la voz de su cabeza grite hasta acostumbrarse a ella y empezar a poder ignorarla mientras su corazón parece relajarse y acompasar sus latidos a la respiración del Profeta.
Poco a poco el Tapiz comienza a dibujarse con los vivos colores dorados sobre fondo rojizo de la última vez y de todas que el Profeta pueda recordar. Las líneas de vida se superponen unas con otras conforme los hilos del destino tejen la superficie donde dibujarlas, con los hitos de lo ocurrido y lo que ocurrirá marcados como enigmáticos iconos negros de distinto tamaño según su importancia. Le llama la atención que ahora un enorme libro con un ojo dentro se ve claramente en el mismo punto que la vez anterior detectó una enorme fluctuación de poder en torno a la cual parecían confluir cientos de líneas de vida brillantes dibujado un complicado Mándala.
Se concentra en la acumulación de poder y trata de leer algo entre las intrincadas líneas del destino que se cruzan, pero es muy complicado seguirlas, perdiendo la línea que sigue en cuanto toca él mándala. Descubre con sorpresa también que el supuesto ojo del libro es en realidad un ave con las alas plegadas sobre si, ocultándose tras ellas. No puede evitar sentir curiosidad por este hito de poder, sabe que está a punto de explosionar, y que la ebullición de poder de las últimas semanas está relacionada con ese lugar. Una brillante línea aparece en este momento recorriendo el tapiz hasta unir, el mándala de poder con la ciudad de Sidón, en la que una pequeña espiral se dibuja a partir del trazo que ha cruzado el tapiz.
<< La espiral significa renovación, pero si los hitos del tapiz representan a su vez el poder de cada evento este será colosal por el tamaño de esta >>
Cambiando el foco de su atención se fija en la acumulación de poder que se está produciendo también en el Gran Zab, donde fuerzas de signos opuestos parecen haberse dado cita para un enfrentamiento a gran escala.
<< ¿Por qué enviar las tropas a la muerte si el Califa sabe que está todo perdido? Sería más inteligente destacarlas en Damasco y esperar refuerzos del resto de ciudades. Los nómadas no sabrían realizar un asedio con garantías, terminando por desistir cuando las distintas tribus que conforman el grupo de rebeldes empiece a pelear entre sí sin nada que hacer más que esperar ante los muros de Damasco. >> – Los pensamientos son como agua serena, que fluyen junto a la visión del Tapiz. En el gran Zab una nueva fuerza se a aposentado, parece que las tropas de Sidón han llegado al frente para plantar cara al ejército rebelde, lo que le sorprende sobre todo es la magnitud de poder que aportan al ejercito del Califa. Percibe que su papel en esta batalla es más relevante de lo que aparentemente podría parecer. – << Y ahí están las tropas de Sidón, que es uno de los promotores de la rebelión. ¿Qué papel juegan en todo esto los hombres de Alyoret? Se suponía que quedarían defendiendo Damasco y sin embargo han debido hacer una salvaje marcha para llegar en tan solo dos días al campo de batalla. >>
Se concentra en el punto de la batalla y comienza a tirar del hilo temporal para ver qué ocurrirá. Nota como su mente viaja, como su esencia se extiende, creando una pasarela entre el ahora y el momento que busca conocer. La batalla comenzara en apenas horas, dos grandes facciones repletas de poder que chocan en un campo de batalla que no está preparado para semejante acumulación de poder. El suelo temblara ante el avance de ambos ejércitos, para después hacerlo por los poderes liberados, resquebrajándose allí donde la Khanut utilizada toca el suelo, tierra abierta y agua evaporándose mientras las almas de los muertos vuelan libres de sus ataduras carnales para reunirse con el creador, allí donde este.
Tal es el nivel del enfrentamiento que el cauce del rio será cambiado para siempre, haciendo que un enorme delta con mil afluentes nazca donde solo había dos brazos del rio divido rodeando una preciosa población de la que nada quedara tras un día de muerte y destrucción.
En el momento álgido del día, cuando el sol se encuentra en su cenit, mirando desde su privilegiada posición la orgia de muerte que está sucediendo bajo su luz, los coraceros avanzan y es entonces cuando Bagum lo entiende todo.
<< Alyoret, debo encontrarme con él. >>
¡¡¡¡Diocles!!!!, ensilla los caballos partimos con presteza. – El grito pilla por sorpresa al criado que se había quedado dormido junto a la puerta al caer la noche.
Enseguida señor. – Responde el criado corriendo raudo a cumplir el mandato de su señor.
Un rato más tarde, ya con el sol casi descendido frente a él, Bagum se gira sobre la silla del caballo para lanzar una última mirada a la ciudad que lo ha visto crecer bañada ahora por el dorado halo del atardecer, sabe que no volverá a verla jamás.
Una extraña sensación, conocida a la vez, le obliga a mirar hacia delante de nuevo en un acto involuntario. El eco de un estallido de poder, que percibe antes de verlo, le alcanza cuando el sol a terminado de ocultarse en el Horizonte, casi ha podido ver el color del poder bañando todo a su alrededor. Se gira para mirar a Diocles que parece no haber advertido nada de lo ocurrido.
<<! Qué coño ha sido eso ¡>> - La preocupación cruza su semblante, de lo cual Diocles si se ha dado cuenta, aunque mantiene el silencio que es lo que le corresponde ahora. << Proviene de Sidón, estoy seguro de ello >>. Una espiral se dibuja en su recuerdo como respuesta a su pensamiento.
Cinco mil almas se han reunido para presenciar el ultimo combate del torneo. Durante cuatro días la sangre y el acero han sido el principal reclamo de esta celebración que, aunque ofrece más espectáculos, todo gira en torno a la pista central y al combate que ahora está a punto de comenzar.
Las banderolas de colores bailan al son del viento mientras miles de personas lanzan pétalos y flores a la arena coreando los nombres de los contendientes. Aunque el anterior año no luchara, Alyoret sigue siendo el campeón para todos los Sidonitas, mientras Alforan escucha su nombre coreado en las zonas reservadas a los invitados de las otras ciudades y de los asentamientos nómadas del desierto. La rivalidad con Sidón del resto de las ciudades viene de lejos aunque tradicionalmente no haya sido la ciudad campeona del torneo hasta la llegada de Alyoret, que ha entregado el premio al gobernador Arekose en cinco ocasiones consecutivas, y un miembro de su escuela el año anterior venció frente al hijo del gobernador de Bagdad, un luchador muy querido que murió pocos días después debido a una herida en uno de sus hombros.
Ambos hombres se encuentran ya en la arena, uno frente al otro. Ambos se observan, ya se conocen, se han estudiado mutuamente presenciando los combates anteriores en que ambos han participado. Alyoret porta una fina espada larga, labrada en su empuñadura que asemejan alas negras y brillantes bajo el, sin marcas en la hoja. Alforan por el contrario luce una hoja curva en su mano izquierda, de menor longitud que la espada larga de su oponente, pero de hoja más gruesa y ancha.
Ambos perciben que el gobernador Arekose se levanta para decir unas palabras, como si estuvieran a mucha distancia escuchen su grave voz sin prestarle atención, solo existe su contrincante. Ambos esperan hasta que el gentío vuelve a gritar indicándoles que el Señor de Sidón ha terminado su arenga y que el combate puede comenzar.
Un soplo de aire refresca por un momento el ambiente, empujando las pequeñas nubes de polvo rojizo que sus pies levantan al comenzar a moverse en círculos. Alforan comienza a girar a la derecha con pasos laterales esperando a que Alyoret le muestre con que movimiento piensa empezar.
Alyoret parece no tener prisa y gira en dirección contraria, como si siguieran una ley no escrita que les obligue a participar de un baile ritual previo a la sangre. Las primeras estocadas van por parte del aspirante, rápidas y buscando sorprender, haciendo restallar los aceros bajo el sol abrasador. El campeón no responde, de momento sigue esperando, defendiendo y esquivando los rápidos golpes de Alforan.
Tras unos instantes de monologo Alyoret contraataca con un rápido movimiento tras deflectar un golpe ligeramente alto de su oponente, que pierde la defensa al quedar su brazo izquierdo cruzado delante de su cuerpo. La espada larga y fina busca las costillas de Alforan que consigue apartarse por milímetros de la trayectoria, bajando a la vez su alfanje y obligando a Alyoret a fintar para evitar un golpe letal en la cabeza.
De nuevo los dos quedan a escasos metros estudiándose, aunque esta vez el ritual del principio no se repite, adoptando cada uno su posición de defensa y vuelven a avanzar para encontrarse.
Alyoret toma la iniciativa en esta ocasión liberando un potente golpe lateral, que Alforan consigue detener a duras penas, seguidamente la espada del campeón retrocede para buscar una estocada en el abdomen que el Nómada consigue de nuevo evitar girando sobre si para terminar el giro adoptando una posición de ataque que le permite lanzarse con rapidez contra su objetivo con un tajo de arriba abajo que pretende terminar de manera expeditiva con el combate. Su alfanje traza una línea perfecta que encuentra el filo de la espada larga de Alyoret ligeramente inclinada lo que facilita que su alfanje continúe bajando lejos del objetivo mientras imprime fuerza al giro que el defensor ha comenzado a realizar al formalizar la defensa. Poco puede hacer con ambos brazos empujando el alfanje mientras ve cómo el giro de Alyoret termina con un rápido latigazo de su brazo donde tiene la espada, haciendo que el filo de la espada golpee en las costillas donde erro el ataque anterior. Una gruesa línea de sangre mancha rápidamente su camisola empapada en sudor a la vez que un doloroso calambre le recorre el pecho. No se da tiempo para valorar la gravedad del ataque, adopta rápidamente la posición de defensa de nuevo y pasa a esperar el siguiente movimiento de su rival.
Este le mira con los oscuros ojos que se esconden tras el pesado yelmo que cubre su cabeza, sus ojos no transmiten odio ni éxtasis como ha visto en anteriores combates, parecen estar serenos.
Lo puedes hacer mejor Alforan, en este combate necesitaras algo más para ganar. – Habla Alyoret con voz jadeante. – Sé que puedes dar más, y necesito que lo hagas.
¿Estas riéndote de mí? – Responde el nómada con cierta indignación en su voz.
Eso decídelo tú – El campeón sonríe.
Las palabras de Alyoret han hecho cierta mella en el orgullo de Alforan que ahora se lanza al ataque ignorando el dolor de sus costillas. Primero una controlada estocada lateral para obligar una defensa oblicua, gira sobre sí mismo restando fuerza del golpe para imprimir esa fuerza al giro y liberar rápidamente el brazo y dar una estocada más rápida y fuerte al lado opuesto a la anterior. De nuevo encuentra la espada del campeón, aunque en esta ocasión imprime toda la fuerza de su cuerpo en el golpe y nota como la espada larga cede empujando el resto del cuerpo de Alyoret, momento que aprovecha para retirar su espada y lanzar un rápido golpe al muslo derecho que no encuentra defensa hundiendo profundamente el filo curvo en él con un sonido seco rasgado.
En contra de lo esperado, Alyoret coge con su mano izquierda la empuñadura del alfanje y la mano que lo sujeta para después golpear salvajemente la cara de Alforan con la cruceta de su espada varias veces. Arcos carmesíes de sangre salen despedidos con cada brutal impacto, abriendo profundos cortes allí donde el metal toca la carne.
Cuando el aspirante consigue soltarse empujando con fuerza y alejándose varios metros rodando por el suelo para alejarse de su atacante, finalmente se incorpora con la espada presta para defenderse todavía conmocionado por los golpes recibidos. Durante unos instantes mueve la cabeza para tratar de aclarar su visión sin éxito, es entonces cuando nota que se ha hecho el silencio en la arena. Alyoret le espera como a cinco metros de distancia con la mano izquierda sobre la herida del muslo de la que mana sangre profusamente, una oscura sangre, mientras la mano derecha sujeta su ensangrentada espada sobre la que se apoya en un charco de sangre que comienza a solidificarse.
El silencio comienza a romperse con débiles gritos que poco a poco van cogiendo fuerza, coreando al unísono los nombres de ambos combatientes en una malgama de sonidos que en ocasiones se torna irreconocible.
Alforan quiere aprovechar la debilidad del campeón y se lanza para un fuerte ataque al lado izquierdo de este, donde su pierna no debiera darle soporte. Como era de esperar Alyoret cruza la espada en la trayectoria del alfanje mientras realiza un salto sobre la pierna derecha para evitar apoyar la pierna herida, lo que hace que su defensa sea un tanto defectuosa y permite que Alforan realice un nuevo ataque buscando de nuevo el flanco debilitado. Esta vez la espada larga se interpone medio segundo tarde, lo que impide una defensa completa del impacto y empuja al campeón con fuerza hacia atrás apartando además el brazo del arma. Con cierta ansiedad Alforan lanza un ataque directo sobre su objetivo poniendo toda su fuerza en un ataque devastador, que sin embargo no encuentra oposición y corta el aire.
; ¡!¡Es imposible que se haya movido tan rápido, estaba vencido!! – El pensamiento cruza rápidamente la cabeza de Alforan mientras recupera la postura esperando la respuesta de Alyoret.
¡Necesito más de ti Alforan¡¡Libera lo que tienes dentro, se quien debes ser ¡- El grito de Alyoret le enfurece más si cabe. Pero Alforan no consigue aclarar su vista y le duele cada vez más cabeza.
¡¿Qué quieres de mí?¡ - Responde con furia – ¿Es que acaso te ríes de todos tus rivales noble campeón?
Alforan lanza un nuevo ataque que vuelve a errar el objetivo, golpeando la arena que sale despedida en todas direcciones ante el brutal impacto de la pesada hoja del alfanje. En respuesta recibe una patada en las costillas heridas que le lanzan un par de metros hacia atrás, obligándole de nuevo a rodar para recuperar la estabilidad, mientras que el dolor de cabeza ya no le permite abrir bien los ojos.
Por primera vez se lleva la mano a la cara, aunque toca con cuidado el dolor es insoportable y aparta la mano rápidamente. No necesita tocar más para saber que está pasando, su ojo derecho a desaparecido.
Se levanta lentamente buscando con su único ojo a su rival, le encuentra en la misma posición de antes, apoyado en la espada y cubriéndose el muslo que no deja de sangrar.
Aun puedo vencerte campeón de Sidón. No he cruzado el desierto para dejar que te mofes con sorna – Le increpa mientras arranca un jirón de su ropa con el que tapa la cuenca vacía de su ojo.
Alyoret sonríe ante la aseveración y se coloca cojeando en posición de defensa de nuevo.
Ven entonces. Tu destino te espera. – Coloca su espada delante de su cara en la posición más tradicional de saludo antes de un combate.
Alforan salta adelante cogiendo rápidamente velocidad, ahora sabe, después de los últimos ataques fallidos, que debe corregir sus ataques para acertar con un solo ojo. Prepara el alfanje cargándolo sobre su costado izquierdo y tanteando el balanceo de su rival que solo se puede apoyar en una sola pierna. La arena salta hacia los lados mientras el corre, dejando un paso limpio a su paso, con cada vez mayor empuje llega hasta Alyoret que se ha preparado para recibir el impacto encogiendo ligeramente las piernas. Cuando ambas espadas chocan el tañido del acero es ensordecedor, una explosión de luz emerge del punto en el que se encuentran creando un extraño vacío en el aire que les deja sordos por un momento. Acto seguido, y como si la fuerza de su carrera fuera imparable, Alforan es arrastrado en la misma dirección en la que corría empujando a Alyoret con una fuerza desmedida que mana de el pero no es suya.
Ambos contendientes salen despedidos empujados por esa fuerza arrolladora volando varios metros antes de tocar de nuevo suelo. Alforan se lleva la peor parte al caer desmadejado contra el suelo, golpeándose de nuevo la cabeza y dejando caer su acero que se aleja una decena de metros. Por su parte Alyoret ha caído de pie con agilidad felina derrapando sobre su pierna sin heridas varios metros antes de poder levantarse de nuevo. Se acerca con calma a su rival, herido en el suelo y sin fuerzas para moverse, para terminar, arrodillándose junto a él.
Al final lo has conseguido Alforan. Llevas años esperando este momento sin saberlo. – Le dice poniéndose en pie junto al hombre que está en el suelo. – Tranquilo, ahora todo terminara para empezar de nuevo. Bienvenido Deban.
Alforan no lo entiende, pero apenas puede moverse, el dolor es insoportable y esta exhausto. Su cabeza está a punto de estallar y la última caída ha debido ser mala, no puede mover ningún miembro, solo ver con su único ojo como la espada larga, y brillante de Alyoret se levanta sobre su cabeza para caer hundiéndose profundamente en su pecho con un golpe certero y letal. Una intensa quemazón le invade, pero no puede gritar, es doloroso y la angustia le recorre cuando acierta a ver a su familia mirándole en la distancia con lágrimas en la cara. La sensación molesta de la sangre recorriendo lugares que no debiera recorrer y ahogándole es insoportable alargando la duración los segundos convirtiéndolos en horas. Pero nada importar cuando ve a su preciosa Freia zafándose de los familiares que la sujetaban y saltando a la arena para correr en su auxilio.
<< Cuanto tiempo derrochado en cosas banales en lugar de disfrutar de ti mi amor. Lo siento.>> - Piensa mientras su mente se nubla por la falta del oxígeno que dejo de respirar hace rato ya << Os quiero >>
Alyoret mira con pena el amasijo que es ahora mismo su rival y le dedica una pequeña y antigua plegaria. Saca con un seco tirón la espada del cuerpo del hombre y se gira para contemplar un público enardecido, hasta ahora mismo había sordo a los sonidos del público, como le ocurre siempre que combate, pero ahora deja que el atronador estruendo le atraviese. Se dirige a la zona reservada al Gobernador que le observa acercarse, con Luz a su izquierda tan bella que eclipsa todo a su alrededor, es ahora cuando realmente se da cuenta de lo cambiada que esta, no solo es su pelo, es su mirada y su postura. La seguridad invade cada célula de su cuerpo dándole un aire que la hace más atractiva si cabe.
<< ¿Qué te ha pasado en el desierto mi amor? Noto algo nuevo, distinto en ti. >> – Las preguntas hacen que se despiste por un momento y se acerque más de lo protocolariamente correcto al Gobernador que ha bajado de la zona de autoridades para recibirle.
¡Enhorabuena Alyoret! – Se acerca a abrazarle con decoro para no mancharse de sangre – ¡LARGA VIDA AL CAMPEON!
La gente repite el grito haciendo que se pueda oír a varios cientos de metros de distancia.
¡LARGA VIDA AL CAMPEON! ¡LARGA VIDA AL CAMPEON! ¡LARGA VIDA AL CAMPEON!
Abriendo los brazos el Gobernador indica al público que se calme convirtiendo los gritos en murmullos primero, para después desaparecer.
Como todos sabéis, este año el campeonato tiene doble premio. Aparte de coronar al campeón del torneo de invierno, se ha elegido al comandante en jefe de las fuerzas de Sidón que serán destacadas para la defensa de Damasco. – De nuevo los vítores se vuelven ensordecedores impidiendo al Gobernador seguir hablando durante unos minutos. – Alyoret Orishe te nombre comandante en jefe de nuestras fuerzas y te pido que las guíes a la victoria.
Acto seguido le hace entrega de un pequeño cuchillo ornamental en símbolo de la autoridad transferida.
Con mi vida señor. ¡Damasco será un bastión infranqueable para nuestros enemigos ¡- Grita levantando la daga en alto y enardeciendo a la multitud.
Tampoco es necesario que arriesgues nuestras tropas más allá de nuestro deber Alyoret. Recuerda que nuestra labor es la de defender Damasco…siempre que sea posible. – Le dice en un murmullo el Gobernador al Campeón.
Lo entiendo señor. Nuestras tropas cumplirán su cometido según lo acordado. – Alyoret busca con la mirada a Hernon entre los invitados al palco sin éxito. Luz que parece leerle la mente siempre hace un gesto levantando las manos indicándole que no le ha visto.
La herida de ese muslo parece fea, será mejor que te la limpien y curen antes de que vaya a mayores. – Le señala el Gobernador con una gesticulación desmesurada que haga visible para todos su preocupación por su campeón – Tienes los servicios de mis médicos a tu disposición.
No habrá problemas mi señor. Tenemos nuestros propios métodos y personal en la escuela, además no es mucho más que un rasguño escandaloso. – Le resta importancia haciendo una reverencia muy leve al Gobernador y haciendo una señal a sus hombres para que entren en la arena. – Reclamo para mí el cuerpo del vencido para rendirle honores, según la ley original del torneo.
Nunca había oído semejante solicitud Alyoret. – Le responde el Gobernador con recelo – La ley original ha sido modificada innumerables veces, seguramente ese ordenamiento no esté ya en vigor. En cualquier caso, sus familiares estarán deseando llevárselo para velarlo y enterrarlo donde proceda. – Terminando la frase se gira para dar por terminada la conversación.
Insisto señor, la ley es la ley para todos. – La voz de Alyoret se ha tornado dura e inflexible – He peleado a muerte con un digno rival y he vencido, exijo que se aplique la ley y reclamo el cuerpo de mi rival, Señor. – La última palabra sale de la boca del campeón casi escupida.
El señor Arekose se gira lentamente hasta ponerse frente al luchador que le saca casi una cabeza de altura. En sus ojos, Alyoret, puede leer la contrariedad de la situación y la tormenta que se está gestando en la cabeza del Gobernador.
Llévate el cadáver y ríndele honores si así es tu deseo. Mañana a primero hora partirás con mis tropas a Damasco, donde esperaras órdenes. Te reunirás con tus famosos coraceros y esperareis en el campamento destacado para ello a las afueras de la ciudad. – La voz del gobernador es áspera y tensa, está conteniendo lo incontenible - Yo enviare personalmente emisarios con las órdenes precisas en cada momento, recuérdalo, eres el comandante porque yo lo he permitido, pero las ordenes las sigo dando yo.
Así se hará señor. – Con un movimiento de la cabeza dos de sus hombres se dirigen hacia el cadáver de Alforan mientras otros Yamal y Jalfrud le ayudan a él cogiendo parte de su equipo. Por ultimo Aarón se acerca a los familiares y sequito de Alforan que ha conseguido sujetar de nuevo a la mujer del hombre muerto antes de llegar a el.
Vengo a presentar nuestros respetos mi señora, en nombre del Campeón y de todos los integrantes de la escuela de lucha. – Se dirige a la mujer de Alforan quien tiene delante a su hijo cogido por los hombros, ambos con la mirada fija en el cadáver del hombre.
Gracias por mostrar respeto, ahora solo queremos su cadáver para velarlo y lavarlo según nuestra tradición. – Responde ella con frialdad, aunque sus ojos no pueden ocultar un dolor inconsolable.
Eso no será posible mi señora – Una docena de pares de ojos se giran hacia el con sorpresa – El campeón ha solicitado el cadáver para rendirle tributo en nuestra academia según la ley original del torneo.
¡¿Cómo es esto posible?! ¿Es que no es suficiente el haberle vencido y haberle dado muerte indefenso en el suelo, sino que además nos impedís velarle? - Ahora si las lágrimas acuden como un raudal a los ojos de la mujer que no puede evitar tampoco que su voz se quiebre al hablar a Aarón.
No me ha entendido mi señora, no es nuestra intención impedirles que le rindan el tributo que se merece. Esta noche podrán velar su cadáver y limpiarlo en nuestra academia, tendrán acceso ilimitado a él y pondremos estancias de descanso para usted y su gente. Pero el velatorio lo haremos junto a ustedes para rendir tributo a un rival al que Alyoret ha encontrado digno de este honor. – Aarón trata de usar un tono de voz lo más conciliador posible. – Ahora vamos a levantar el cuerpo y les invito a que nos ayuden para que en ningún momento su espíritu este sin un conocido cerca. – Retrocede levantando el brazo señalando donde un par de hombres de la academia han preparado una camilla para transportar el cuerpo y esperan órdenes.
Quiero lavar a mi marido personalmente, nadie le tocara excepto su hijo y yo. Y quiero hacerlo bajo las estrellas que es donde nosotros nacemos. – El tono exigente con el que comienza a hablar se va diluyendo conforme habla – Se lo ruego por favor.
Se hará conforme a su voluntad. – Una sencilla sonrisa en la cara de Aarón es todo lo que hace falta para que ella confíe y se aferre a el hombre sea sincero.
Acto seguido un grupo de familiares de Alforan se acercan al cadáver poniéndolo sobre la camilla con actitud reverencial. Durante un tiempo, que se les hace eterno, siguen a los hombres de Alyoret a través de la ciudad hasta la academia por calles en las que la noticia del combate y la solicitud del campeón han corrido a gran velocidad. Son muchas las muestra de respeto al caído que llega a la academia cubierto de pequeñas flores blancas, similares a la manzanilla, características de la zona.
La noche llega con rapidez para Freia que no se ha separado ni un instante de su marido y su hijo, y en la escuela se ha preparado una zona en la arena para el ritual de lavado del cuerpo y su velatorio. Treinta altos postes coronados por teas ardientes rodean el cuerpo, y entre cada poste, excepto dos de ellos para permitir el paso al círculo de postes, una tela de lino blanco atado en seis puntos para dar cierta intimidad al evento.
Alyoret entra en el círculo acompañado de Luz, ambos con una sencilla túnica de lino blanco al igual que el resto de componentes de la academia, con un cinto de cuero muy fino anudado en torno a la cintura. Es la ropa que utilizan en los distintos eventos de carácter espiritual que se suelen realizar varias veces al año, así como para reverenciar a los compañeros caídos. Dentro del circulo ya hay doce personas, diez sentadas en el suelo compartiendo una enorme pipa, y la esposa de Alforan junto a su hijo que están lavando lenta y metódicamente el cuerpo del hombre. Prácticamente han terminado, mostrándose ahora el cuerpo completamente limpio de sangre y arena, además de brillar a la luz de las teas gracias al aceite de lavandas que le están aplicando con vendas limpias inundando con una espesa fragancia el ambiente.
Termina tú Frey, debe ser el primogénito el que termine de rendir honor a su padre. – Dice Freia con cariño a su hijo tocándole la cabeza con suavidad y besándole en la mejilla.
Si mama – Es la respuesta del crio, con la voz completamente rota. Con suavidad pasa las gasas empapadas de aceita por el empeine del pie de su padre mientras su madre se gira y se dirige hacia Alyoret.
Durante unos instantes Freia mira a Alyoret a los ojos, parea después mirar a Luz. Por fin parece decidirse y se acerca a ellos con gesto cansado.
Gracias por permitirnos realizar el proceso de purificación, aunque nos habría gustado hacerlo en el desierto, como es nuestra tradición. – Responde con voz tranquila la mujer mientras un leve temblor en sus manos delata su estado de ánimo real.
De haber sido posible lo habríamos permitido, pero la verdad es que el tiempo corre en nuestra contra mi señora. – Alyoret suelta la mano de Luz al darse que sigue teniéndola cogida y anda, cojeando ligeramente hacia Freia.
El tiempo se ha detenido para siempre, para mí y mi hijo. ¿Acaso espera que haya algo más importante para nosotros ahora? – Un conato de furia comienza a dibujarse en los ojos de la mujer – ¡Mi marido estaba indefenso en el suelo y le dio muerte sin ningún atisbo de compasión! ¿Acaso se cree que por permitirnos hacer lo que por derecho natural podemos hacer hay alguna posibilidad de perdón? – La explosión de furia contenida la hace temblar al terminar las palabras que apenas han precisado de elevar su tono para denotar una furia y dolor inenarrables, así como jadear para recuperar el aliento.
Entiendo su malestar, pero como le digo el tiempo corre en nuestra cuenta. Ahora vamos a continuar el ritual y es imprescindible evitar cualquier distracción. La invito a presenciar lo que va a ocurrir, pero si su presencia se convierte en un problema me veré obligado a expulsarla del círculo. – Como si hubiera dado una orden invisible un alto y atractivo hombre se coloca tras la mujer que, al percibir la presencia del hombre parece entender que no es un simple aviso. – Cerbatán se hará cargo de guiarla desde este momento.
Gunthar se gira sin decir más, cogiendo con suavidad la cintura de Luz para indicarle que continúen hacia el lugar donde yace el cuerpo de Alforan.
Encantado de servirla Señora. Como me ha presentado mi Hermano me llamo Cerbatán y me gustaría servirle de guía en lo que está a punto de suceder. – La voz del hombre es suave y amigable – Sé que la situación es desagradable, le ruego no estropeemos el momento obligándome a acompañarla fuera. Le aseguro que le interesa seguir el ritual con la máxima de las atenciones. – Termina diciendo con una sonrisa en la cara. Por alguna razón los verdes ojos de Cerbatán transmiten firmeza a la mujer, sabe que cumplirá su palabra y despierta curiosidad en ella. Por otro lado, su sonrisa es tan amable que ella siente cierta debilidad al mirarla, invadiéndola una extraña sensación de sosiego.
No será necesario, quiero acompañar a mi marido, sepárame de él no entra en lo posible. – Aparta la mirada del hombre, le resultaba turbador mirarle a los ojos. Y coge la mano de su hijo esperando que les indiquen como proceder.
Fantástico, en ese caso ruego me siga fuera del primer círculo, debemos ponernos detrás de los hermanos y esperar. – Le vuelve a sonreír indicando con el brazo que se sitúen unos metros más atrás, detrás de donde los últimos miembros de la escuela esperan en cuclillas. – No tardara mucho en comenzar.
Freia y su hijo se dirigen al lugar indicado acompañados por Cerbatán, desde donde pueden ver el altar elevado como un metro y medio donde descansa el cuerpo de su marido. Entre ellos y el altar queda el circulo de telas con la abertura frente a ellos y las espaldas de los treinta hombres descansando sobre sus rodillas y las manos sobre los muslos. Cada uno de ellos lleva una vasta capa roja anudada bajo el hombro derecho y con un enorme cuervo grabado en un tono más claro en la práctica totalidad de la capa.
¿Por qué hacéis todo esto? – Habla la mujer girando el rostro hacia Cerbatán con una mueca de angustia. – Es mi familia quien debería estar con el ahora.
Alforan es alguien especial, siempre lo has sabido. – La respuesta del cuervo, exenta de emoción en ese momento, enciende algo en el interior de la mujer, despierta recuerdos de momentos obviados pero que ahora cobran sentido - Hay gente que predijo su venida muchísimo tiempo atrás, y los cuervos llevamos años preparándonos para ello. – Freia aparta la mirada de Cerbatán con una mezcla de incredulidad y asombro, pero escucha el relato del hombre mientras agarra con suavidad la cabeza de su hijo. – Esta noche presenciareis algo que no ocurre desde una época ya pasada y cuyos vestigios han sido borrados por el paso del tiempo, sin apenas dejar más que una sombra de ella.
Un movimiento en las galerías superiores atrae la atención de Freia que por un instante gira los ojos tratando de ver algo más allá del circulo iluminado por las antorchas. La anaranjada luz del fuego ha dilatado sus pupilas por lo que apenas alcanza a percibir una forma que se mueve entre las sombras mientras baja por unas escaleras auxiliares semiocultas en un lateral de uno de los torreones que rodean la arena. Le lleva solo unos instantes en entrar dentro del circulo iluminado por las altas teas llevada por un paso vivo, descubriéndose como una persona de estatura media, cubierta por una capa negra de terciopelo muy ceñida que la cubre de cabeza a pies marcando las voluptuosidades de lo que claramente es una mujer.
La mujer va relajando el paso al acercarse a Luz, la cual se gira y dibuja una suave sonrisa con la que recibe a la recién llegada. Ambas se cogen de la mano mientras la mujer de la capa pasa por delante de Luz y se dirige hacia Gunthar para besarle con suavidad en la mejilla y ocupar el puesto a la izquierda del líder de los Cuervos.
A la mujer que acaba de llegar la llamamos Madre. Desde siempre ha estado aquí y participa en nuestros rituales dirigiéndolos en muchos casos. – Freia percibe como la mirada de Cerbatán se dirige hacia la mujer objeto de sus palabras con una mezcla de cariño y respeto.
Me sorprende que una mujer goce de tanto respeto entre vosotros, no he visto ninguna otra aparte de luz. – Dice Freia sin apartar la vista de la recién llegada.
Respetamos a la mujer tanto como al hombre, tenemos hermanas, pero con una filiación un poco especial. De hecho, ahora mismo ellas están llevando una parte muy dura de la carga que soportan los cuervos. – Cerbatán muestra una cariñosa sonrisa al evocar el recuerdo. – Madre es el símbolo por el que vivimos, ella nos guía y muestra el camino a seguir, cuidando de nosotros y enseñándonos a sobrevivir. – Las tres figuras que se encuentran de pies ante el altar de madera se colocan dibujando un triángulo imaginario con sus brazos unos hacia otros. -Es el momento, en breve todo habrá acabado.
Freia no puede apartar la mirada del altar donde su marido descansa con las manos sobre el pecho. En este instante se da cuenta que una enorme espada, la misma que le dio muerte, se encuentra entre sus manos como una macabra burla. Por un momento la furia nace en su interior empujándola a saltar sobre el altar y arrancar ese símbolo del asesinato de su marido de su pecho. En el momento que aparta los brazos de los hombros de su hijo Frei sus ojos se cruzan con los ojos de la misteriosa mujer a la que llaman madre. Es solo un instante, pero suficiente para sentir el vértigo de caer en un profundo pozo desde el que mil vidas vividas la contemplan con la sabiduría de un millón de robles centenarios. Se queda petrificada, incapaz de dar un solo paso encandilada por esa mirada.
<< Quédate donde estas >> - Oye en su mente el susurro que arrastra el cargado aire que comienza a levantarse. - << Contempla la gloria de Harifal >> - La mujer llamada madre aparta su mirada dirigiéndola hacia el altar de nuevo. Freia se percata que sus pulmones arden ante la falta de oxígeno, se da cuenta ahora que lleva mucho tiempo conteniendo la respiración y deja que el aire inunde sus pulmones con el codiciado aire con un ronco sonido que se mezcla con el de la lenta salmodia que los tres integrantes del ritual han comenzado sin que ella se percatara. Los sonidos suenan amortiguados a su alrededor, como si llegaran de una gran distancia rebotados como ecos, pero a la vez es capaz de percibir todos los sonidos que la rodean, hasta los más nimios y leves llegan a sus odios con claridad. El aleteo de los insectos, el goteo de agua bajo la escalera que ha bajado la Madre o el latido casi imperceptible de los polluelos de golondrina escondidos en un nido cercano llenan sus sentidos con vida en estado puro.
En un momento dado se mezclan con todos los sonidos circundantes los suaves golpes que la treintena de hombres arrodillados dan con sus dedos anulares contra unos pequeños discos de cobre que sostienen en la mano izquierda, es un ritmo lento que repiten con exactitud todos ellos. Este nuevo ritmo parece marcar el tempo del ritual ya que ahora las tres figuras que lo dirigen levantan las manos hacia arriba con un ángulo que hace que sus manos incidan señalando el mismo punto sobre el altar.
Como si de una orden invisible se tratara la espada comienza a levitar, levantándose sobre el cadáver con la empuñadura apuntando a la luna llena que inunda de azulada luz el reciento, llegando al punto que las antorchas dan la sensación de haber tornado su color. Sube completamente vertical, apuntando con su amenazadora punta el cuerpo sin vida de Alforan. El embotamiento impide a Freia pensar con claridad, aunque lo intenta solo es capaz de capturar las imágenes con la mayor precisión posible fijándose en cada detalle sin saber muy bien por qué.
El ritmo de los platillos continua su pesada cadencia sin elevar el tono ni desentonar ninguno un solo apice mientras la espada se eleva lentamente hasta alcanzar el punto de intersección de los brazos de los ritualistas, punto en el que se detiene quedándose completamente fija. Es en el momento en el que alcanza ese punto exacto cuando todo parece estallar.
Un brutal eco de poder restalla desde el distrito portuario de Sidón arrastrando una tremenda ola de energía liberada a través de la ciudad tardando apenas unos segundos en alcanzar los muros, que no pueden detenerla. Fuera de ellos, en una antigua posada cuyos dueños se jactan de haber presenciado la fundación de la ciudad, un hombre ciego y con los ojos cubiertos por un sucio trapo está degustando un delicioso guiso de carne cuando percibe el poder recorrer su cuerpo. La cucharada que se dirigía hacia su boca se ha quedado goteando el cálido caldo a medio camino reflejando la perplejidad del hombre ante lo que acaba de ocurrir.
Deja caer la cuchara lentamente dentro del pequeño cuenco de arcilla casi lleno aun y se levanta mirando fijamente en la dirección de la que ha venido la onda de poder. El resto de la sala no se ha percatado de lo ocurrido mirando con ciertas reservas al ciego que se ha quedado pasmado mirando una pared sucia y vacía. Tarda unos largos segundos en reaccionar, soltando unas monedas que pagan varias veces la cena solicitada para subir casi corriendo escaleras arriba hacia el cuarto que tiene alquilado para esa noche, sin tropezarse con nada ni nadie en su camino.
Una vez en la habitación, y después de asegurar la puerta, pone ambas manos unidas como si fueran un cuenco, soplando con suavidad a la vez que canaliza una pequeña cantidad de poder en ellas que exhala como una vaharada de vaho azul denso que llena la cavidad creada en sus manos.
Que ocurre Corian. – Resuena la voz a través de sus manos con un sonido hueco.
Algo acaba de ocurrir, creo que debemos corregir nuestras líneas de actuación. Los datos con lo que estamos trabajando no se están cumpliendo. – Responde en un susurro sabiendo que su voz llegara intacta a su interlocutor.
Está siendo una noche estupenda, las noticias de Damasco son inquietantes también. – Corian casi puede imaginar la mueca de decepción que habrá puesto Al-Saffah al decir esto. Si la onda de poder tiene algo que ver con lo que haya pasado en Damasco puede que la cosa más que inquietante se ponga interesante. – Cuéntame todo…
<< Gunthar, estoy seguro que todo tiene que ver contigo. ¿Tú y tus malditos cuervos no podíais permanecer ocultos por más tiempo verdad? >> - Corian es leal a su líder y sabe de la obsesión de este con Ahri y sus lobos, Gunthar es ese premio que daría visibilidad a Noctae ante Ahri. Esto no acabara bien, pero no será el miedo el que haga que falte a su lealtad.
Para empezar, me he encontrado a alguien inesperado en Sidón…
Los cascos del caballo resuenan sobre el pavimento adoquinado con un sonido casi musical, acompañado del suave rumor del mar cercano rompiendo contra los cercanos espigones del puerto. Para la gente común la noche es una deliciosa noche de primavera, ligeramente fresca y sin nubes que tapen la luna llena y su luz. Pero Ahri percibe la Khanut flotando en el aire, la explosión de poder la ha alcanzado a varios cientos de metros de su destino, sorprendiéndola por la virulencia del poder liberado, pero entendiendo al momento su procedencia, Harifal.
<< No sé qué preparas querido, pero veo que no has perdido el tiempo. Después de tanto tiempo buscándote se me hace raro pisar el mismo suelo que tú. >>
Detiene el caballo al alcanzar su destino, frente a las puertas de madera de la entrada principal de la escuela de Alyoret, donde descabalga con soltura soltando una bolsa que cuelga de la silla, una bolsa atada con una cuerda en su parte superior haciendo las veces de cierre.
Coloca su mano con suavidad en el muro de lado izquierdo de la entrada donde percibe aun rastro del poder liberado, la piedra todavía palpita levemente por el paso de este. Parte del poder que aun albergan los muros parece saltar a su cuerpo llenando de iridiscencias su piel al iluminarse los tatuajes de su cuerpo con pequeñas oleadas de luz. Trata de imaginar que uso le han dado a semejante cantidad de energía, agachándose mientras frente a la puerta para dejar con suavidad la bolsa delante de ella, un último vistazo al antiguo edificio, recordando días soleados de hace mucho tiempo en los que recorrió las galerías de este edificio con un gran hombre, alguien a quien admiraba. Finalmente sube al caballo que la espera pacientemente con la cabeza y un brillo de curiosidad en los ojos.
<< No es el momento de combatir contigo, veo que tu madre te enseño bien y aquí eres muy fuerte. Nos encontraremos en breve querido. >>
Desde se encuentra tumbada Chiilla observa el lento movimiento de la patrulla compuesta de seis hombres que giran en torno al campamento de los enviados de Sidón como apoyo para la defensa de Damasco. A su lado, tumbados también entre la alta hierba, se encuentran cuatro miembros más de Noctae que la acompañan en la misión de exploración.
El campamento no cuenta con más perímetro que el delimitado por las tiendas de campaña perfectamente alineadas para dejar amplios pasos entre ellas. Entre las tiendas periféricas han colgado unos paneles de mimbre que hacen la función de muros, de modo que todo el perímetro es compacto, impidiendo ver nada del interior, excepto por lo que sería la entrada principal, algo más amplia que el resto. Para entrar o salir del campamento es necesario descolgar alguno de los paneles exteriores, que están preparados para ser descolgados de manera sencilla. Su función es solo la de proporcionar privacidad más que de defensa.
Llevan más de dos horas controlando el perímetro y han observado el movimiento habitual de patrullas, pero no han conseguido ver nada más debido a que el campamento se encuentra sobre una elevación. Con la seguridad que les da conocer los movimientos de los vigilantes, el grupo se mueve en silencio hacia el campamento utilizando todas las coberturas a su alcance hasta llegar al panel de mimbre más cercano. Una vez allí investigan que no tenga ningún sistema de alarma o algo que les pueda suponer un problema, aunque la precaución es innecesaria ya que el panel cuelga de dos ganchos sobre unas viguetas puestas al efecto.
Chiilla da una orden silenciosa y dos compañeros se levantan para quitar el panel mientras el resto vigila atentamente el entorno. Al retirarlo pueden ver una de las pequeñas calles creadas por la disposición de las tiendas, antes las cuales se pueden ver los enseres de sus ocupantes habituales, todos limpios y colocados de idéntica manera para facilitar que cualquiera pueda ocupar cualquier tienda y encontrar rápidamente lo que necesite, así como facilitar recoger los campamentos en tiempo record.
Con rapidez las cinco figuras, tres hombres y dos mujeres, pasan por la abertura para después volver a colgar el panel donde corresponde, para acto seguido comenzar a revisar las dos tiendas más cercanas con sumo cuidado.
Ambas tiendas están completamente vacías a excepción de varias armaduras de cuero endurecido montadas sobre un soporte bajo que hace que aparenten ser armaduras para enanos, iluminadas únicamente por la luz filtrada a través de la tela que hace las veces de muro. Desde el interior de las tiendas, en las que se han ocultado, el grupo infiltrado constata el sepulcral silencio que les rodea a una hora en la que el campamento debiera bullir de actividad preparando la noche para la que apenas queda una hora de sol.
Revisar el campamento con cuidado, no creo que haya nadie, pero debemos confirmar esto antes de comunicar. – Susurra Chiilla al resto de miembros del grupo que apenas esperan a que termine de dar la orden para desplegarse por el campamento.
Si es así, ¿Dónde coño están los coraceros y su asistencia? - Responde la otra mujer con suavidad mirando en derredor.
Ella espera dentro de la tienda, de un pequeño bolsillo que tiene en el ancho fajín negro que rodea su cintura saca un pequeño platillo de cobre, no muy profundo, casi plano. Con cuidado, y utilizando uno de los pequeños cuchillos arrojadizos que esconde en el antebrazo izquierdo, se realiza un corte en la palma de la mano, poniendo una mueca de dolor en su cara. Nunca le ha gustado este sistema de comunicación con el líder del Equipo Guía, pero la sangre es el don que le asignaron al darle las impresiones de dote.
Las gotas de fluido vital caen lentamente sobre el platillo, hasta rellenar la parte cóncava con el viscoso líquido. La mujer aparta unos centímetros el recipiente con cuidado y se pone un pequeño paño sobre la herida para cortar el flujo de sangre, mientras que un par de tatuajes de su gemelo derecho comienzan a iluminarse cuando la Khanut comienza a fluir de ellos.
<< Me encanta comunicarme con Al-Saffah para darle malas noticias. ¿Cómo puede ser que más de trescientos soldados se muevan sin que nadie los vea? >> - Apenas sin tiempo para más una serie de gritos de alarma la sacan de su ensimismamiento, derramando casi el contenido del platillo.
Sale fuera donde ya no hay nadie esperándola, su compañera y segunda al mando de esta pequeña incursión ya está corriendo hacia la zona donde se comienzan a escuchar sonidos de lucha. Los últimos rayos de sol bañan con luz anaranjada el campamento, reflejándose con fuerza en las blancas telas de las tiendas de campaña pintando de tonos ocres el entorno.
Chiilla sitúa rápidamente el lugar del enfrentamiento gracias al estruendo generado y vuela hacia allí activando las Impresiones de Dote de sus manos. Los tatuajes se iluminan con el azulado tono de la Khanut al fluir por ellos, dejando ver las finas líneas que se van complicando y creciendo hasta crear unas pequeñas garras que arrancan desde el dorso de las manos de la mujer hasta la punta de sus dedos. Cuando se han completado ambas garras con la luz del poder, el dibujo parece salir de sus manos, estirando sus luminosas líneas hasta dar forma a las armas que nacen finalmente del interior del dibujo. Tras ella, según corre, ambas garras van dejando una estela de luz refulgente en las armas que pierde fuerza de manera gradual hasta alcanzar una estela de un par de metros
Al llegar al teórico centro del campamento ve la melé en la que están enzarzados sus hombres con guardias del campamento. Dos hombres con el símbolo de Sidón en sus ropas yacen en el suelo con heridas en su pecho y abdomen. Uno de los hombres de su grupo está sentado junto a ellos tratando de arrancar un trozo de asta de lanza que emerge atravesándolo por ambos lados de tronco, mirando la sangre de sus manos con ojos perdidos.
Los tres miembros del grupo restantes están luchando en círculo contra seis hombres equipados con armaduras ligeras y lanzas cortas pesadas, mortíferas y manejables. Por detrás de ellos, por lo que sería la avenida de acceso al campamento, Chiilla ve como la patrulla que antes dejaron pasar viene corriendo en auxilio de sus compañeros, separándoles ya apenas cincuenta metros de la melee.
Sin pensárselo salta sobre el guardia que le da la espalda desde donde se encuentra, unos seis metros, utilizando de nuevo la Khanut a través de un tatuaje en su espalda que activa el Felinarii. La sensación de ingravidez le es conocida, pero no por ello deja de resultarla embriagadora. Vuela impulsada por el poder añadiendo además una gran cantidad de fuerza al impacto que resulta devastador. Rueda tras esto quedando encuclillada al lado de sus compañeros, dejando el cuerpo del guardia en el suelo a su lado con la espalda partida y seis largos tajos que le han abierto las costillas dejando entrever el interior del desdichado que no ha tenido ninguna oportunidad de ver venir la muerte.
La espectacular entrada de Chiilla hace que los cinco miembros restantes de la patrulla reculen un paso, aunque parecen más reorganizarse que retroceder. Apenas sin tiempo de un nuevo ataque, los seis miembros de la otra patrulla se unen a la refriega ocupando los puestos libres entre los cinco compañeros que les esperaban.
Los miembros de Noctae forman un rombo uniendo sus espaldas y desplegando sus armas ante ellos. En su mayoría armas cortas, propias para un combate cerrado, pero casi inútiles en un combate contra lanzas.
¡Rendid las armas inmediatamente! – Grita uno de los guardias que no muestra distintivo ninguno que indique mayor rango que el resto de sus compañeros. – Las leyes del Califato rigen aquí y hemos de responder ante ella. Rendid las armas ahora.
¿Quién nos pide deponer las armas? – Pregunta Chiilla con sorna y una mueca cómica en su cara – ¿Quién nos detendrá?
Yo como sargento de la guardia magna de Sidón. – El hombre mira con firmeza a Chiilla y esta percibe una resolución inamovible.
Con un sencillo movimiento de la mano Chiilla da la orden de atacar, los dos hombres de su equipo canalizan a través de la dote de impresión tatuada en su muslo invocando el Forzarii que les otorga una gran fuerza y resistencia, se abalanzan con rapidez hacia el mismo guardia con sus armas por delante dejando un rastro de luz tras ellos que nace de sus tatuajes, relucientes en este momento. Una espada corta en cada mano, uno de ellos golpea la lanza que le amenaza apartándola, mientras su compañero se abre camino hacía el portador del arma, ahora indefenso, guardia que recibe sendas estocadas en el pecho y abdomen lateral. Las hojas dobles de las espadas abren la carne allí donde inciden atravesando el cuerpo con fruición, desgarrando órganos y piel sin esfuerzo.
Los cuatro miembros de la patrulla más cercanos actúan con rapidez, no la suficiente para ayudar a su compañero, pero si para convertir al hombre que le mata en un acerico al atravesarle con varias lanzas simultáneamente en piernas y torso vengando así la muerte de su compañero. Mientras el resto del grupo apresta las armas de modo que impide a Chiilla y su compañera avanzar para unirse a su compañero vivo, cerrando espacios entre ellos.
<< ¿¡Cómo es posible!?, no dudan, no fallan. ¿Quién os ha entrenado? >>
El miembro de Noctae, separado ahora del grupo, se revuelve a tiempo de impedir que una lanza chorreando sangre de su compañero en la punta le alcance en el bajo abdomen, aunque no consigue evitar que la afilada punta le muerda en la ingle al empujarla con su espada, dejando solo un profundo corte carmesí sobre su pierna derecha, allí donde debiera haber sido un golpe mortal detenido por el poder de la Khanut que ha endurecido el cuerpo del miembro de Noctae hasta hacerlo resistente como el cuero tratado.
¡No habrá misericordia! – susurra el hombre herido con la ira encendiendo sus pupilas de un brillo vengativo.
Los guardias le escuchan y se preparan para lo inesperado, saben muy bien lo peligroso que es un animal herido.
Chiilla sabe que su compañero está atrapado, cuatro de los guardias se encargan de que así sea, mientras el resto las tiene a ellas rodeadas, impidiendo que se agrupen. Busca al sargento tratando de encontrar una vía de escape a la situación, quizás si acabara con el rompería la cadena de mando y tendrían alguna posibilidad.
Con la fluidez que da la practica comienza a canalizar y dejar que las impresiones de dote de sus brazos se hinchen de poder. Nota como la Khanut entra en su cuerpo a través de ellas y la sensación de euforia la impregna, dándole una peligrosa sensación de invulnerabilidad. Las garras de sus brazos brillan con energía renovada al recorrerlas la Khanut canalizada, mientras los tatuajes que se iluminan ahora le dan acceso el resto de dotes que tiene otorgados.
Cuando la dote de feijiin se activa todo se ralentiza a su alrededor, los guardias parecen moverse pesadamente y sus voces se alargan haciendo irreconocible sus palabras. Fija en su mente la imagen de la posición de las lanzas ante ella y donde están sus compañeros antes de comenzar el baile de la muerte. A su lado el oscuro velo del Noirii comienza a expandirse desde las impresiones de dote de las mejillas de su compañera, una oscuridad sobrenatural, espesa y densa a través de la cual nada puede verse excepto los brillantes ojos de su creadora, que iluminan con fulgor amarillento el corazón de la oscuridad, antes de terminar siendo absorbidos por ella.
Con la imagen grabada en su mente Chiilla cierra los ojos, que ahora mismo de poco pueden servirle en medio de la oscuridad sobrenatural creada por la Khanut y se lanza hacia delante con furia. Primero golpea con ambas garras las dos lanzas que la apuntaban directamente al corazón, cortándolas un palmo por debajo de la hoja sin apenas resistencia. Sin detenerse después de cortarlas, empuja los muñones que han quedado de las armas haciendo retroceder a sus dos poseedores varios metros gracias a la fuerza de la mujer potenciada por la aceleración de la Khanut.
Uno de los hombres recibe un impacto con la lanza en el pecho, donde varias costillas se fracturan clavándose en sus pulmones empujadas por la fuerza arrolladora del envite. El otro también es empujado hacia atrás, aunque suelta a tiempo la asta de la lanza, girando sobre sí mismo para recuperar la posición desenfundado rápidamente una espada de hoja corta y ligeramente curva de un solo filo.
Los diez guardias dan unos pasos laterales, girando en círculo, con las lanzas apuntando al cerco creado en torno a los intrusos a los que ahora no pueden ver por el cerco de oscuridad, dando estocadas dentro del manto de negrura tratando de alcanzar de manera fortuita a alguna de las personas que se esconden en él.
Como una exhalación el miembro herido de Noctae emerge de la oscuridad, que trata de aferrase a él como zarcillos de oscuridad, agarrando una de las lanzas con cada mano. Tira de ellas hacia sí, atrayendo con ello a los dos guardias que las sujetan que férrea voluntad, para después golpearlos en el pecho con puños que asemejan yunques. El sonido del crujir de huesos se escucha en la improvisada plaza del campamento con salvaje claridad, mientras uno de los guardias aúlla de dolor cayendo al suelo varios metros atrás, su compañero apenas retrocede cayendo ya muerto con el corazón reventado por el impacto y la sangre manando de sus ojos y oídos.
Los dos guardias restantes que cubren al hombre no vacilan y atacan con determinación, una lanza vuela hacia el hombro izquierdo del objetivo fallando por poco al agacharse este para esquivarla, pero no puede hacer nada con el otro ataque que hunde con fuerza la lanza en su tobillo derecho entrando en la articulación y saliendo por la planta del pie clavando la mitad del filo de la pesada en el suelo y destrozando a su paso. El hombre herido quiere gritar de dolor, pero no hay tiempo para ello, coge la mano que sujeta la lanza que le ha herido y trae hacia si al hombre para, con un golpe de su mano libre, impactarle en el cuello aplastándolo con facilidad. El seco sonido del impacto le seduce y enciende en el frenesí del combate. Olvida por completo el dolor y tira de la lanza para destrabarla del suelo donde esta clavada y liberar su pie atrapado, se gira con un ligero salto para no apoyar el pie maltrecho enfrentando al último de los guardias que le rodean y alcanzando a ver como el manto de la oscuridad tras el continúa ocultando a sus compañeras e interponiéndose entre él y el resto de guardias.
Chiilla, tras acumular el poder suficiente durante unos segundos, salta utilizando de nuevo la potenciación del Felinarii emergiendo de la oscuridad con un potente impulso que empuja la oscuridad a acompañarla durante varios metros de altura como una columna de oscuridad para acabar cayendo detrás del circulo de guardias. Dos de ellos se giran para enfrentarla mientras otros cuatro continúan el acoso a su compañera que no deja que la oscuridad remita. Detrás de ellos ve varios cadáveres de guardias y el de uno de los miembros de su equipo en un charco de sangre, justo en ese momento el último de los varones del grupo ataca renqueante cargando contra un guardia que le espera con la lanza presta.
Con un movimiento arriesgado el soldado aguanta la carga, poniéndose en posición de ventaja, aunque una opción peligrosa ya que recibirá todo el impacto de la carga, el miembro de Noctae se acerca por medio de cuatro poderosas zancadas que no parecen acusar el tobillo desmadejado y trata de apartar con la mano izquierda, donde tiene una de las espadas cortas de doble hoja, la lanza. Aunque consigue impactar con éxito, lo hace contra la punta de la lanza, por lo que no solo no consigue cortar la lanza, sino que su espada resbala contra el metal desequilibrándole en el último momento. Esto le provoca un tropiezo que no puede reajustar con el maltrecho tobillo, ensartándose de lado a lado el pecho con la lanza enemiga, que emerge por su espalda junto a un torrente de cálida sangre que empapa su cuerpo y el suelo tras él.
El soldado mira asombrado los ojos del hombre, que han quedado apenas a treinta centímetros de su cara, mientras el brillo salvaje que los ilumina se va apagando para dejar solo una sádica sonrisa de la que emerge lentamente una lengua de sangre oscura. Le cuesta comprender el porqué de la sonrisa del hombre hasta que el sabor a hierro de la sangre en su boca y un intenso dolor le indica que algo no va bien, baja la mirada para ver como la lanza que su atacante arranco del suelo, está ahora alojada hasta un palmo de la madera en su bajo vientre. Casi no siente dolor antes de morir y quedar ambos trabados en una siniestra postura que impide que caigan como si fueran la loca creación de un escultor demente.
Chiilla, que ha sido testigo de este lance, maldice en silencio y realiza una serie de rápidos giros sobre su eje utilizando a la vez los beneficios que le otorga la canalización de Feijii. Con un rápido movimiento golpea las lanzas que la apuntan apartándolas y abriendo un camino franco hacia los guardias, con rápidos golpes de las garras abre profundos cortes en piernas y torso de ambos hombres que apenas han tenido tiempo de reaccionar. Arcos de sangre acompañan cada golpe, manchándola a ella del carmesí elemento vital, y robando la vida de sus portadores que tratan de manera desesperada de tapar el flujo de sangre con sus sucias manos.
Ante semejante sangría el sargento da una rápida orden y los cuatro hombres restantes cambian la formación por una de muro, hombro con hombro y las lanzas prestas hacia las mujeres, excepto el sargento que entrega su lanza al hombre que la ha perdido y desenfunda una espada corta de filo curvo como la de su compañero, aunque en su caso esta espada tiene un dibujo grabado en la hoja.
Mantened la formación. – Grita el sargento con furia tratando de inspirar a sus hombres que parecen estar perdiendo la confianza.
No tenéis ninguna opción. – Casi susurra Chiilla llevada por la euforia del combate y el dolor por la pérdida de sus compañeros. – Rendiros y os daremos una muerte rápida.
Somos la guardia magna de Sidón, nuestro deber es para con la muerte. – Responde el sargento con más firmeza de la que esperaba.
En ese caso moriréis con honor, y con mucho dolor.
La oscuridad parece desaparecer y ser absorbida de nuevo por los tatuajes de la cara de Fela, la compañera de Chiilla. La mujer aparece de las sombras con dos espadas cortas iguales a las de sus compañeros cogidas de forma poco usual, con las espadas invertidas con el filo apoyados en los antebrazos interiores.
Ambas mujeres, separadas por unos tres metros, se acuclillan frente a la defensa en muro de la guardia y estudian su disposición. Son apenas unos segundos, pero el tiempo parece ralentizarse hasta que, como si recibieran una orden invisible, ambos bandos avanzan gritando unos contra otros.
Las tres lanzas, que tienen el privilegio de iniciar el combate gracias a su longitud, saltan cono víboras ansiosas de sangre hacia las mujeres que esquivan con facilidad el envite de dos de ellas, aunque la tercera, casi de manera fortuita, impacta en el hombro derecho de Chiilla abriendo un profundo corte que deja al descubierto la musculatura que lo conforma, mostrando a su vez un enorme pliego de carne colgando impregnado en la misma sangre que ahora mana como un manantial por el torso de la mujer.
Chiilla grita de dolor y gira sobre si misma tratando de restar fuerza al golpe recibido, aunque demasiado tarde, quedando expuesta al ataque del sargento que aprovecha el momento de debilidad para lanzarse con la espada en alto contra ella. Su compañera ignora lo ocurrido y pasa entre dos de los guardias dejando tras de ella dos largos tajos en sendos abdómenes de tal envergadura que impiden que continúen guardando el contenido de estos. Los guardias que han recibido los impactos se miran las manos con ojos sorprendidos mientras caen de rodillas haciendo que más sangre y fluidos salgan de las tremendas heridas, el dolor es insoportable.
El golpe descendente del sargento es durísimo y Chiilla a duras penas lo detiene con su brazo izquierdo, parando el filo de la espada con las garras invocadas con la Khanut, y poniendo la rodilla derecha en tierra para evitar caer. El sargento no espera y lanza una patada con su pierna diestra que alcanza a la mujer entre la pierna caída y parte del pecho arrojándola un par de metros hacia atrás sobre los que ella rueda para recuperar el equilibrio.
Cuando Chiilla consigue recuperar la posición apenas tiene tiempo de esquivar la punta de la lanza del otro guardia que queda en pie, que se ha olvidado por completo de Fela para atacarla a ella. La lanza impacta en el suelo donde ella estaba apenas medio segundo antes, levantando arena y piedras en su lugar. Chiilla lanza un golpe lateral desde su postura de rodillas contra la lanza clavada en el suelo, consiguiendo partirla para levantarse rápidamente con el brazo derecho colgando inerme.
El guardia levanta la asta de la lanza para golpearla de arriba abajo, pero antes de lanzar el golpe sendos filos de espadas aparecen de su pecho después de atravesar su tronco, matándole de manera inmediata. Los ojos del hombre se vuelven quedándose en blanco antes de caer de espaldas al tirar Fela de las espadas para sacarlas del cuerpo.
Chiilla mira al sargento, que ahora se ha quedado solo y que adopta una postura defensiva de nuevo.
Ahora la elección es más fácil que antes. Ríndete y cuéntanos quienes sois y tendremos clemencia contigo. Ya me da igual que nos hayas visto. – Le espeta al hombre con media voz, casi rota por el dolor del hombro.
Soy sargento de la guardia Magna, eso es todo lo que debéis saber.
Cuanta estupidez por un honor... – Chiilla se calla al fijarse ahora en la espada que las apunta, alternándose entre ellas.
El grabado de la espada está compuesto por líneas muy sutiles, prácticamente el cincel solo a acariciado la hoja al ser golpeado. Las líneas recorren la hoja aprovechando la forma curva del filo mezclándose unas con otras hasta crear la cabeza de un cuervo donde la punta de la espada representa el pico del ave.
Mátalo Fela, ya sabemos lo que veníamos a buscar.