PROLOGO
DE COMO GUNTHAR PERDIÓ EL COLGANTE
PROLOGO
¡HABLAME PROFETA!
Era una pequeña puerta verde dentro de una arcada labrada en la piedra, construida con recios tablones verticales de oscura madera y pintada de lo que debió ser un verde vivo por los vestigios que aún quedan de la pintura original, aunque ahora el tiempo y el uso había hecho que el color fuera más parecido aun verde sucio veteado de zonas casi marrones. Allí donde los golpes habían despostillado la madera se podían intuir las sinuosas vetas de la envejecida madera como mudos testigos de todo lo que había vivido.
No era una puerta muy grande, pero si resistente, la ocupante de la habitación lo sabe de sobra, lleva mucho tiempo dentro y han sido varias las ocasiones en las que ha tratado de salir al comienzo de su entrenamiento, cuando la sensación de encierro era necesaria, pero le superaba. Hace unos días termino su entrenamiento sensorial, la barrera que rodeaba la pequeña habitación impidiendo llegar sonidos u olores ha sido levantada y ya es libre de salir cuando quiera, privilegio del que ha disfrutado cada minuto que no ha estado entrenando, llegando al extremo de no haber dormido ninguna noche en la sala desde que termino la negación sensorial, buscando con ansia las estrellas para dormir al igual que lo hacía en su casa natal. Los sonidos de la sala común, que se encuentra al otro lado de la puerta, llegan hasta ella mientras termina la última sesión de meditación del día. Hace unos días recibieron la visita de una bella mujer, ya la había visto con anterioridad unos meses antes, en ambas ocasiones estuvo de paso y en ambas le llamo la atención su belleza. En esta última visita su maestro la insto a acercarse para presentarle a la mujer y descubrió con placer que la mujer era muy agradable y cercana. Le pregunto por sus orígenes y si echaba de menos a su familia, nadie se lo había preguntado hasta ese momento, para terminar interesándose por su entrenamiento. Ella no supo que contestar ya que no esperaba que alguien ajeno al Khames supiera de sus habilidades, pero fue su maestro quien respondió con sincero orgullo señalando que era una Eimin con muchísimo potencial, con dominio superior en el elemento del Fuego, evitándole hablar de algo que solía hacerle daño. Tras oír esto la mujer sonrió dirigiéndole una mirada cómplice mientras se acercaba hacia ella con algo en las manos.
¾ Ten querida - le dijo poniendo sobre la palma de su mano una piedra negra tallada con un dibujo de líneas blancas – Es una piedra Zen de las tierras orientales. Son pequeñas obras de arte muy valiosas que encierran dentro un deseo. Este deseo es repetido por el tallador durante todo el tiempo que tarda en terminar el trabajo, lo que busca es infundir el espíritu de la solicitud en la piedra mientras susurra pacientemente innumerables veces como si fuera un mantra.
¾ Es preciosa – Dijo la chica mientras giraba en sus manos la brillante piedra, pulida hasta el extremo para eliminar cualquier imperfección. – Deben ser auténticos artesanos para convertir una piedra en este regalo. ¿Que pueden tardar en terminar un deseo como este?
¾ Depende de muchas cosas, el tiempo de creación no depende tanto de la piedra como el del deseo que se quiera imbuir dentro de ella. – Respondió la bella mujer mirándola a los ojos – En este caso el artesano tardo un año en terminar este deseo, golpeando, soplando y susurrando a la piedra durante más de trescientos días hasta conseguir afianzar el deseo dentro de ella, y después grabando la runa que lo retiene dentro.
¾ ¡Madre mía! – Los ojos de la chica casi se salen de su cara al oír esto – No sé si puedo aceptar el regalo. – sus anhelantes ojos miraron a su maestro mientras dudaba que hacer. El, con un suave movimiento de los ojos pareció indicarle que podía aceptar el regalo. Una enorme sonrisa se dibujó en su cara – Muchas gracias de nuevo.
¾ De nada querida. – Un esquivo guiño acompaña la sonrisa de la mujer.
¾ ¿Qué significa la runa? ¿Tiene relación con el deseo que retiene?
¾ La runa es de poder – Coge la mano con la que la chica sostiene la piedra y con la otra utiliza su dedo índice para recoger las líneas blancas que definen la runa - Su significado tendrás que descubrirlo más adelante, dentro encierra un deseo de coraje. Esta piedra se creó que infundir valor en su portador.
¾ Es un deseo impresionante – La cara de la chica podría iluminar una cueva oscura en este momento – Muchísimas gracias – Duda un instante – No sé cómo debo llamarla.
¾ Madre, todos me llaman Madre querida. Tú también puedes llamarme así.
¾ Así lo hare, Madre.
Ahora mientras sale de la meditación escucha los preparativos de la cena en la sala contigua a la par que percibe el olor de la última presa cazada asándose en el fuego, muy salada seguramente como les gusta a los suamahidin. Mientras sale de la meditación se da cuenta que, de nuevo, ha vuelto a concentrarse apretando con fuerza la piedra negra que le regalo la mujer, aunque no recuerda en que momento la ha cogido. Los sonidos se suceden tras la puerta mientras preparan el salón para recibir a todo el khames, lo normal es que todos los miembros del grupo que se encuentran en el asentamiento coman juntos y compartan su día a día. Khames es el nombre que reciben los asentamientos permanentes de las familias lo suficientemente grandes en número de miembros como para garantizar defensa frente a ataques de otros grupos, así como la capacidad de obtener recursos para alimentarse bien a través de la agricultura o por su habilidad para curtir las pieles de las piezas cazadas y comerciar después con ellas.
Oye las voces de las cocineras y las risas de los niños, así como la voz del anciano imponiéndose sobre las demás. Cuando el Anciano habla su voz impera por encima del resto en la sala, que bajan ligeramente el tono de voz. Siempre ha tenido la capacidad de percibir la presencia del Anciano, más desde que este comenzó su formación cogiéndole como Amehidin, nombre que recibe en el khames como aprendiz del anciano. Hace ya dos años que los espíritus le señalaron como vasija del Khanut, o poder de la Sinfonía, dos años en los que ha aprendido a comprender su Don, a comprender el regalo de la Sinfonía, y a modular su esencia para doblegar los elementos y ser parte de ellos. Inicialmente estas son las habilidades que un Amehidin aprende en su primer estadio llamado Eimin, ser uno con el entorno, escuchar los elementos y formar parte de ellos. Casi tiene completado este estadio y espera en breve que le abran las puertas del conocimiento del segundo estadio, el Sofar.
Percibe el Khanut del Anciano acercándose, siempre que se encuentran cerca el uno del otro su poder se acrecienta produciendo en ella una sensación de plenitud embriagadora. El anciano le ha prevenido varias veces de esto, dice que esta sensación podría derivar en la pérdida de control de su esencia misma si se dejara llevar por el éxtasis del poder. Le ha enseñado que cuando dos canalizadores naturales de la Khanut se encuentran la naturaleza de su poder hace que ambas fuentes adquieran mayor fuerza, como si el efecto de sumar dos fuerzas diera como resultado tres, haciendo que aquel que trate de canalizar pueda llegar a liberar más poder del que realmente es capaz de manejar. No entró en detalles de esto, pero no fue necesario hacerlo dado el tono en el que la aviso. En sus sesiones de entrenamiento han trabajado duramente el control sobre el deseo de canalizar, y a reconocer el límite de su capacidad, que se ha ido desarrollando gracias a su maestro. El anciano conoce también la manera de ocultar su Khanut, de modo que ella ha podido entrenar al completo sus habilidades en las sesiones que ha sido necesario.
Los pasos del Anciano le acercan hacia su puerta, suele avisarla cuando la cena está preparada, ella se incorpora y empuja suavemente la puerta para permitirle el acceso cuando algo le indica que se pare. Algo no va bien, aunque no sabría decir que, por un momento percibe ira y esta la golpea como un puño en el estómago, una ira que no es suya. Primero el grito de un niño, que no alcanza a entender, tratando de avisar de algún peligro inminente, para acto seguido levantarse un coro de voces aullando de miedo y dolor, acompañado de una amalgama de ruidos de destrucción de vajilla y golpes secos. Los sonidos de dolor se alargan durante unos minutos, durante los cuales nota la liberación de Khanut por parte del anciano, el poder fluye por la estancia alcanzándola a ella hasta que una segunda fuente de Khanut que contrapone a la de su maestro. Todo termina con un ruido seco que golpea la puerta verde, acompañado del portazo que da la puerta al cerrarse empujada desde el exterior. Todo ha ocurrido muy rápido, un par de latidos de corazón quizás, y de golpe silencio, tras unos segundos un pequeño brillante charco de sangre comienza a avanzar por debajo de la puerta, creando un espejo en forma de abanico donde poco a poco a se va viendo reflejada.
El Amehidin se permite desesperar por un segundo, antes de recurrir a su entrenamiento y, mediante una respiración controlada, recuperar la calma. Poco a poco se fuerza a apartar la mirada de la sangre subiendo la mirada recorriendo la puerta y cada una de sus vetas que ya conoce de memoria, para terminar, viendo el origen del sonido seco que ha producido el abanico de sangre que asoma por la puerta. Una cabeza de flecha de metal asoma entre las astillas que ha dejado al atravesar la puerta, un metal reluciente y oscuro, manchado de sangre que se va secando, creando una pequeña estalactita purpura colgando de la punta del arma.
Poco a poco el silencio se va adueñando de la sala contigua mientras se extinguen los últimos sollozos de los moribundos, trata con paciencia de percibir lo que ocurre temiendo que la puerta se abra en cualquier momento. Pasan unos segundos eternos en los que no oye nada, así que haciendo acopio de valor se acerca a la puerta y a la osca cerradura de la puerta para tratar de asomarse al exterior, aunque el orificio de la cerradura es amplio la visión se encuentra bloqueada dejando apenas que pase algo de claridad.
Retrocede unos pasos para tomar perspectiva y pensar cómo debe actuar. Entiende que lo primero que debe hacer es ponerse en situación, y para ello necesita conocer que está pasando en la sala común. Se sienta de nuevo y rápidamente adopta la postura armónica y comienza a concentrase en su Khanut, al comienzo de su formación tenía que buscarlo y después conectar, ahora ya no era necesario, el Khanut y ella son uno y están siempre conectados. Cierra los ojos, no son necesarios para el propósito que busca, y permite que sus otros sentidos se amplíen y perciban todo lo que sus ojos no pueden ver. Sabe que en la sala central hay un enorme pebetero que se usa de cocina, y para mantener la sala caldeada, sobre el pebetero hay una abertura natural de un tamaño también considerable que permite que salga el humo producido por el fuego.
Tarda apenas unos segundos en percibir la llama y encontrar su espíritu, casi no le da tiempo a comenzar cuando su concentración se interrumpe al escuchar un sonido procedente de la puerta, el corazón le da un vuelco, quien quiera que sea el asaltante la van a descubrir. Abre los ojos el tiempo necesario para observar como la parte visible de la cabeza de la flecha se mueve arriba y abajo haciendo caer un hilo de sangre por la puerta, para finalmente desaparecer al ser retirada, un sonido sordo golpea el suelo y la puerta al salir la flecha de su alojamiento.
Rápidamente retoma la armonización y busca de nuevo el espíritu del fuego, la armonización con el fuego es sencilla para ella, digamos que es su especialidad. Desde el principio le fue más fácil comunicar y armonizar con este elemento que con los demás, su mentor por contrario sentía una especial predilección por la tierra.
<<Debo proyectar mi Khanut con cuidado, no se quien está tras la puerta. Quizás puedan detectarlo.>> Con extrema precaución expande su Khanut, tantea cuidadosamente primero su entorno más cercano, la sala donde se encuentra, una vez que su Khanut invade completamente la pequeña habitación deja que comience a salir parte de su proyección fuera de la sala a través de los muros y la puerta. Precisando de más tiempo que de costumbre alcanza el foco de las llamas y nota el ardiente espíritu del fuego, se centra en él y comienza a armonizar con él.
El fuego no es el elemento más vivo, como el agua, que comparte miles de formas de vida en una sola gota que generan mucho ruido durante la armonización, pero si es un elemento rápido, cambiante, consume con la misma velocidad que crea energía. Es un elemento difícil de doblegar, no por que ofrezca resistencia, sino porque cuando crees tenerlo atado cambia el flujo de energía y se escurre de tu mente como un pez recién cogido de las manos de un pescador inexperto.
El Amehidin se concentra en la base de la llama, en las ascuas donde está el origen de la llama. Reconoce la llama de innumerables armonizaciones y esto le facilita que su mente rápidamente armonice con el elemento, siente la familiar sensación de vértigo cuando su Khanut posee el espíritu de la llama, es como ir corriendo y subir de un salto a un caballo a galope, siente el tirón de la esencia de la llama tratando de consumirle, pero la voluntad de la Amehidin es más fuerte, está preparada para esto y mucho más. Le gusta la sensación de ser llama, etérea y cambiante, nadie puede tocarla ahora ni encerrarla, durante el tiempo que dura su conexión vital con cualquiera de los elementos se siente libre, pero el fuego es su favorito.
En la sala, si alguien se fijara, vería que el fuego deja de trazar un baile salvaje tratando de lamer las paredes de la chimenea con denuedo, para comenzar una danza sensual provocada por movimientos más suaves, como si el estado de la llama ahora fuera líquido. El fuerte crepitar de las llamas se ve reducido un siseo dulce, hipnótico que acompañan los suaves movimientos de la llama.
El Amehidin observa ahora la sala desde la posición del pebetero central. La sala que rodea al pebetero es una antigua caverna que ha sido adecuada durante varias decenas de años por los miembros de este Khames, la sala ha sido agrandada y pulida durante varias generaciones dando la sensación de ser una construcción humana más que una caverna natural cuando te encuentras dentro de ella. Sobre el pebetero se construyó una enorme chimenea que descansa sobre sobre cuatro pilares de roca para dirigir el humo fuera de la sala a través de la grieta del techo sin llegar la chimenea a tocarlo y de un diámetro inferior al de la grieta, lo que permite pasar la suficiente luz para iluminar la estancia de día sin necesidad de velas o antorchas. La sala es prácticamente circular, siendo un poco más achatada allí donde se encuentra la puerta verde que da acceso a la habitación donde ella se encuentra.
Solo hay un acceso en la estancia, aparte del agujero en el techo que está a unos cuatro metros de altura, este acceso da al pasillo que comunica con el exterior. Las paredes han sido pintadas con distintos grabados que representan sobre todo escenas de caza, así como escenas cotidianas que se usan para enseñar a los niños en las clases que el Anciano imparte.
Junto a las paredes se apilan de manera irregular bancadas de madera y estanterías, así como soporte para las armas, en su mayoría lanzas, que el Khames tiene como arsenal. Vajillas de madera o cuerno y elementos cotidianos componen todas las pertenencias del grupo. Sobre el suelo decenas de pieles raídas por el uso hacen las veces de aislante con el suelo y de colchón para dormir cuando llega la noche.
Ahora estas pieles, así como los dibujos de las paredes y parte de la vajilla, están manchadas con la sangre del par de docenas de cuerpos que se encuentran desperdigados por la estancia sobre el suelo. Enormes manchas y desiguales regueros de sangre que dibujan demenciales escenas allí donde han caído los cuerpos de sus desdichados dueños que indican además las pocas probabilidades de que haya algún superviviente.
En algunas partes los cuerpos se apilan allí donde se agruparon las mujeres y niños ante la muerte segura que se les venía encima, aquí y allá ve el cuerpo de alguno de los guerreros que, imagina, mostrarían algo más de resistencia. Por ultimo dirige su atención al fondo de la estancia donde se encuentra la pequeña puerta verde, aunque en este momento no puede verla ya que delante de la puerta hay ahora una enorme alacena que parece haber empujado alguien bloqueándola, y ante la cual descansa el cuerpo del Anciano según parece, aunque no lo ve completamente al taparle la parte superior parte de sus propias ropas, desmadejado tal como cayó al suelo tras arrancarle la saeta que debió atravesar su pecho, dejando una enorme mancha de sangre.
Delante del cuerpo hay una esbelta mujer, esta de espaldas y parece manejar algo entre sus manos. Cerca de ella formando un semicírculo se encuentran siete personas más, todas ellas con ropas hechas de pieles de animales teñidas de colores oscuros rojos y negros, así como grandes armas que asemejan enormes colmillos de metal. Las armas, con forma ligeramente curva, nacen en e l hombro de cada uno de ellos y siguen la línea del brazo hasta sobre pasar unos sesenta centímetros sus manos, de la parte central de ellas nacen tres brazos que se fijan a los antebrazos de sus dueños.
Decenas de tatuajes marcan sus cuerpos allí donde es visible su piel, y para su sorpresa algunos de esos tatuajes muestran el fluir del Khanut en ellos como gusanos de luz moviéndose a través de la tinta.
<< ¿Quiénes sois, porque esta masacre? >> - Piensa el Amehidin mientras observa desde su privilegiada atalaya con una rabia inusitada corriendo por sus encías - << El maestro nunca me hablo de esta forma de albergar poder, quizás alguno de ellos pertenezca al tercer estadio del poder. Debo tener cuidado >> - Ella misma se asombra de su ser capaz de analizar la situación. << Esto es una sangría, han matado a toda le gente que han encontrado sin distinción. No es una disputa territorial, vienen con un objetivo claro de muerte, y yo estoy apenas a cinco metros de ser descubierta. >>
Durante unos segundos todo queda estático, en silencio, los siete asaltantes que rodean a la mujer de la puerta esperan mirándola. Esta continua con su atención concentrada en manipular algo que el Amehidin no puede ver desde su posición. En un momento dado se comienza a oír una suave letanía, un canto en un idioma desconocido para el Amehidin, que surge de los labios de la mujer. Lentamente, casi de manera ritual, el resto de miembros de los asaltantes se une al canto que ha comenzado la mujer en torno a la que todo parece girar.
<< No es un solo canto, repiten lo mismo todos a la vez de manera cíclica >> Se asombra la observadora tras un rato escuchando la salmodia. << Percibo poder en esas palabras, ¿Quiénes sois!!?>>
Mērī hamēṁ karanē kē li'ē jīvana kē rāstē khōlanē kē li'ē aura anumati dētā icchā sē hama paigambara parāmarśa karanē kē li'ē
(Por mi voluntad ábrenos la vía de la vida y permite que consultemos el profeta)
Su Khanut vibra bajo el influjo de estas palabras, nota el poder recorrer la estancia hacia las manos de la mujer desconocida. Ve como, por un momento, el cabello de esta se alborota con un viento inexistente y, al igual que le ocurría con su maestro cuando liberaba su Khanut cerca de él, una sensación de plenitud la invade, pero esta vez la sensación es más fuerte, más irresistible. Casi está a punto de abandonarse a esta irresistible sensación cuando el poder que emana de la mujer se detiene de golpe, teniendo que esforzarse por no perder la armonización con el fuego que, sin darse cuenta, había casi duplicado su tamaño en el pebetero lamiendo con sus llamas los bordes exteriores de la chimenea dejando una oscura mancha allí donde había tocado, por suerte para ella de nuevo nadie parecía haberse fijado en las llamas. Al recuperar su plena conciencia de nuevo se fija rápidamente en que los tatuajes de todos ellos brillan con un potente fulgor azul, un fulgor que parecía absorber la mujer y dirigirlo hacia sus manos, como si de finas hebras de refulgente algodón se dirigieran hacia ellas.
Tras unos instantes el fulgor azulado concentrado emana de entre las manos de la mujer que comienza a moverse hacia la puerta dejando tras de sí un halo azulado. Al seguir de espaldas no ve lo que ella maneja todavía, aunque si sabe que es el objetivo de todo el poder que se está canalizando. Un par de metros más lejos en dirección al pebetero, ahora que varios de los hombres se han movido, puede verse un taburete de tres patas de madera sobre el que descansa la cabeza cortada del Anciano. El rictus que muestra la cara es más de sorpresa que de miedo, posiblemente no le dio tiempo a darse cuenta de que ocurría antes de caer abatido.
La mujer, que se ha puesto de lado conforme al Amehidin, se agacha junto al cuerpo sin llegar a pisar el charco de sangre, y moja dentro de este lo que parece una piedra de un azul intenso alargada con forma de estaca. La piedra, de color azul, se oscurece allí donde la sangre la mancha y parece perder parte de su brillo. Acto seguido su portadora la acerca de nuevo a la cabeza y con un cuidado que ralla lo reverencial clava la piedra en la nuca de la cabeza sujetándola desde arriba por la frente.
Tras hacer esto la mujer rodea el taburete, se sienta en el suelo con las piernas cruzadas una sobre otra y mira fijamente la cabeza mientras comienza de nuevo la salmodia que recitaban anteriormente.
Los segundos comienzan a alargarse y la Amehidin se nota intranquila, en el límite de su percepción nota algo moverse. Es como un cosquilleo que no puedes calmar y que poco a poco se convierte en quemazón. Nota poder en la sala, no es el habitual poder procedente del Khanut, es algo más refinado, más sutil pero que va creciendo.
De improviso un lamento ahogado brota de la boca coronada por los secos labios del Anciano. Solo dura unos segundos, pero la Amehidin sabe que el recuerdo durara para siempre en su cabeza, y después silencio de nuevo. Poco a poco los ahora grises ojos faltos de vida del Anciano se mueven, primero despacio, sin saber que buscar, finalmente más rápido cuando adquieren consciencia de que están vivos de nuevo y encuentran la cara de la mujer que les mira directamente. Esta sonríe ligeramente y habla con tono dulce pero autoritario.
- Háblame profeta- Exhorta la mujer mientras la boca se cierra y los ojos parpadean por primera vez, mostrando al abrirse los ojos de nuevo con color y vida, sin rastro del color de la muerte que tenían un instante antes.
- Soy Jahan, portador del poder original y Nebigii de la sinfonía. - La voz es grave y habla pausada y firmemente – Pregunta y espera la respuesta. – La Amehidin percibe una leve presencia de la Khanut de su maestro, casi una parte residual. Algo de él ha vuelto a la vida, aunque sea parcialmente.
- Mi nombre es Ahri de los Lobos, y busco al heraldo del fin, a aquel al que la profecía original atribuye el comienzo del Sassatkara. – La voz de la líder de los lobos resulta seductora pero inflexible a la vez, más que una pregunta es una exigencia.
- << El Sassatkara!!!! >> - El Amehidin recuerda las lecciones del anciano con claridad en este momento - << la batalla final entre los polos opuestos del Khanut >> - Un escalofrío la recorre mientras comienza a darse cuenta de las dimensiones de lo que está pasando.
- ¿Dónde se encuentra el Heraldo? – pregunta la mujer en tono inflexivo de nuevo tras esperar solo un segundo que parece ser demasiado tiempo.
Los ojos del Anciano siguen fijos en la mujer mientras unos eternos segundos pasan antes de pronunciar su respuesta.
- Busca en las tierras de Lamar, allí donde el mar toca la tierra. La tierra roja mancha sus pies mientras te espera velando armas. Acero y sangre son el final de tu camino Ahri de los lobos. –Cuando la voz del anciano parece haber terminado de hablar todo queda en silencio. Momentos después, mientras la mujer parece sopesar las palabras dichas, los ojos de la cabeza adquieren un brillo intenso, antinatural. El fulgor que emiten de un tono azulado igual que la daga que atraviesa el cráneo parece rivalizar con el anaranjado que emite el fuego desde el que el Amehidin espía la estancia. En esta ocasión con una voz más grave y solemne que antes si cabe la cabeza vuelve a hablar.
- Dos vasijas recogen el fluido primordial, una preciosa, recia y bellamente labrada, la otra ordinaria y golpeada que pierde fluido por un trio de brechas paralelas. Debajo de ellas los lobos beben el fluido que se escapa vigilando con ojos rojos para no ser molestados. Sobre todos ellos una tormenta amenaza descargando rayos de muerte, dentro de la tormenta alas negras acechan.
Esta es mi profecía, “De la oscura noche se arrancará un jirón de tinieblas para devolver la vida a los cuervos que han de reponer el equilibrio perdido” POR MI VOLUNTAD QUE ASI SEA.
Por un momento la sorpresa asalta el rostro de la mujer, el Amehidin lo percibe fugazmente, rápidamente se recompone y se levanta con un movimiento felino.
- Que así sea maldito viejo, si los cuervos han de regresar, los lobos les mostraran el camino a sus tumbas de nuevo. – Su voz es casi un susurro que denota una furia que no refleja su cara. – ¡¡Iremos a Lamar a buscar al heraldo!!- dice la líder del grupo girándose y mirando a los demás.
Por primera vez el Amehidin ve a la mujer de frente y se queda extasiada de su belleza salvaje. De tez cobriza y pelo negro recogido en una larga trenza que descansa sobre su hombro derecho después de haber rodeado una vez su cuello, trenzado con su cabello ve tiras de cuero curtido de las que cuelgan amenazadoras unas afiladas cuchillas parecidas a rombos estirados. El atlético cuerpo de la mujer está cubierto de tatuajes igual que los del resto de componentes del grupo, aunque en su caso en mucho mayor número no dejando casi libre ningún hueco sobre su piel.
Con paso firme, la mujer se dirige hacia el hombre más cercano, un enorme gigante negro con una musculatura casi inhumana, el cual estira su brazo para hacerle entrega de una formidable espada enfundada que ella se cuelga con soltura de la espalda, es un arma muy grande, casi demasiado comparada con ella, pero que parece llevar cómodamente. De los siete es la única que no tiene las cuchillas en los brazos, pero no por ello provoca menos impresión en el Amehidin.
- Conmigo vendrán los hermanos colmillo, el resto continuareis la misión que tenemos encomendada. – Mientras dice esto saca la extraña piedra de cristal azul de la cabeza y la limpia con veneración, tras esto la enfunda en un ornamentado trozo de piel grabada con hilo de oro y se acerca al hombre que le entrego la espada. – Puc llévate el corazón – Le hace entrega del paquete con la piedra de cristal – y busca al nuevo profeta. Recuerda que solo tenemos hasta el próximo cambio de luna para que beba el elixir de los renacidos y garantizar su efecto.
- Lo encontraremos a tiempo hermana. – La voz del hombre es extrañamente suave para un gigante como el, aparentemente todos los músculos de su cuerpo se han puesto de acuerdo para no dejar de crecer nunca – ¿Qué quieres que hagamos cuando le tengamos?
- Llevarlo ante Alastor-Mandrad y el conclave inmediatamente, necesitamos que el profeta se una a nuestra facción esta vez. Jahan fue un estúpido pensando que podría esconderse. – Una vez más su voz denota cierta ira contenida – Por otro lado...- Deja la frase sin terminar mientras se gira mirando el cuerpo del Anciano – ¿Por qué estabas aquí Jahan? Dejaste de moverte aun sabiendo que te buscaba. – La mujer se gira para fijarse en el cuerpo del anciano sobre el suelo. – Aun teniendo un gran poder, apenas ofreciste resistencia.
Lentamente la mujer dirige sus pasos hacia el cuerpo, parece fijarse en la vajilla rota del suelo. Cuando está lo suficientemente cerca del cuerpo parece darse cuenta que, tras el aparador está la puerta donde se esconde el Amehidin.
- <<No puede ser, me va a encontrar>> - Las pulsaciones del Amehidin se disparan en su cuerpo, y ella lo nota en su estado de armonización. Nota como la desesperación comienza a abrirse camino en su mente, e inmediatamente impone su entrenamiento para atajarla. Cuando parece tenerlo controlado vuelve a mirar desde el pebetero para ver como Ahri tira del aparador, volcándolo con estrépito sobre el cuerpo del Anciano y el suelo, para después acercar la mano suavemente el tirador de la puerta. El Amehidin comienza perder el control sobre el poder que se descontrola sin remedio. Nota como el fuego se libera de su control y empieza a quemarla como una tea viviente, quiere gritar, pero su cuerpo no responde - << Piensa, piensa, piensa >> en ese momento ha perdido el control sobre su voluntad y con ello el control sobre el espíritu del fuego con el que ha armonizado. La ardiente sensación la empuja a querer escapar con desesperación y, sin pensarlo comienza a canalizar una cantidad de Khanut que nunca ha utilizado antes.
Cuando Ahri empuja la puerta ve a una joven chica sentada en el suelo con las piernas cruzadas, en estado de trance. Es una chica de los nómadas, con el pelo largo color arena y de apenas unos veinte años. Enseguida detecta el rastro de Khanut que emana de la muchacha, un rastro débil y sutil difícil de detectar. Buscar el destino de la emanación le lleva apenas un par de segundos, girándose hacia el gran fuego que domina el pebetero central y desde, el que posiblemente, haya sido testigo de todo lo ocurrido.
De manera automática activa varios de sus tatuajes que brilla de manera fugaz para cortar la conexión del cuerpo con la llama, nota como el poder que albergan las marcas le quema allí donde están grabadas y vuela rauda hacia su destino. Al llegar al punto no hay nada que cortar, la chica ha roto antes la conexión, pero en lugar de despertar de su trance ve como el cuerpo se deshace convertido en ceniza ante sus ojos, arrastrado por el invisible viento del poder, entre la ceniza alcanza a ver puntos de calor que han quemado todo lo que había vivo.
Instantáneamente se gira para mirar la llama, que parece devolverle la mirada con ojos ardientes y un grito sordo que pretende salir de una fantasmagórica boca, para después salir despedida hacia arriba en una columna de fuego de cinco metros que abrasa aquello que toca.
- Blame, Forsac buscar al espía, si es que ha quedado algo de él. – Dice ella mirando a los dos miembros del grupo más cercanos a la salida. – No cejéis en la búsqueda, nadie debe saber de lo ocurrido.
Ambos hombres salen de la estancia a una velocidad endiablada y sin mediar palabra en pos de la muchacha, mientras los demás echan un último vistazo a la gruta antes de salir también, salen todos en silencio para no molestar a los muertos.