top of page

Capitulo I completo


CAPITULO I

La cera de la vela resbala hacia el pequeño plato sobre el que descansa, donde un caldo solido creado por las innumerables velas utilizadas antes que esta, amenaza con desbordarse. En el último momento su lento avance se detiene y comienza a solidificarse convirtiendo su turbia falta de color en un blanco amarillento típico de las velas de sebo. Esto da lugar a curiosas formas en el que algunos charlatanes dicen poder predecir el destino como si de un libro se tratara. Bagum piensa en ello mientras observa cómo se solidifica la gota de cera y sonríe.

  • Si ellos supieran que sencillo es ver el destino cuando se tiene realmente acceso a ello – Dice para sí mismo en un susurro.

La voz del Almuédano atrae su atención en ese momento, inundando con su potente salmodia las calles, la llamada a la oración desde el minarete de la mezquita le indica que la noche llegaba a su fin. Con cierta resignación se fija de nuevo en la vela dedicándole unos segundos más antes de poner una mano por detrás de la llama haciendo de cuenco y soplando ligeramente para no verter cera liquida en los numerosos manuscritos que rodeaban la vela.

La hora mágica llegaba a su fin como él llama al amanecer. Le gustaba madrugar para trabajar antes de que el resto de mundo se ponga en marcha. No precisaba de ayuda para despertar desde hacía muchos años, su cuerpo se despertaba puntualmente antes de que el sol empezara siquiera a iluminar el fondo del horizonte.

Se incorpora pensando en las tareas pendientes para el día y como las tiene organizado. Primero debería ir al zoco de Midhad Pasha a comprar algunos útiles para su trabajo, tinta, papel, barras de cera y algunas velas más para los próximos días que intuía tendría trabajo. Todo apuntaba a que el califato de los Omeyas llegaba a su fin, y con ello el orden establecido por más de ciento cincuenta años. Las revueltas que inicialmente parecía serian rápidamente aplastadas dieron paso a una serie de desastres militares cuando, liderados por el misterioso Al-Saffah, los rebeldes empezaron a ganar batalla tras batalla.

Un año atrás las tropas de negro estandarte de los Abasíes tomo Kufa, y desde entonces habían sido imparables. Ahora estaban a las puertas de Damasco y no tardarían en hacer caer al Califa, que ya apenas tenía apoyos incluso entre los suyos. De hecho, el Califa había llamado en varias ocasiones a Bagum para que le preparara documentos de venta de tierras y cesiones a terratenientes preparándose un retiro dorado en algún lugar seguro con la excusa de poder dar a las tropas un estipendio mejor y motivarles ante lo que estaba por llegar. En las calles se decía que, aunque ahora el ejército marchaba hacia el Gran Zab para una última y decisiva batalla el Califa ya no estaba en la capital.

Dicen que en los tiempos convulsos los audaces sacan beneficio, y en este momento Bagum estaba situado en una posición un tanto compleja llevado por un exceso de audacia lamentaba. Contaba con el apoyo del Califa desde que heredo la notaria de su maestro, pero los días del califato parecían contados y eso hacía que su posición fuera un tanto precaria, por lo que había buscado ese beneficio de los audaces. En cualquier caso, su fortuna era suficiente para cerrar aquí y mudarse a otro lugar si fuera necesario volver a empezar, aparte de poseer tierras en varios países había realizado interesantes inversiones, entre otras, en una empresa dedicada a importar artículos de lujo mediante las caravanas que atravesaban el continente asiático a través de la ruta de la seda.

La puerta araño el suelo en la parte final de la hoja como siempre, marcando un poco más en el suelo el surco curvo que, con el tiempo se había hecho más visible, acompañado de un sonido irritante que le hacía rechinar lo dientes.

  • ¡Cuántas veces tendré que decir que arreglen esta maldita puerta! - Dijo entre dientes mientras salía de la habitación colgándose del cinturón la bolsa de monedas.

  • El carpintero está por venir, cualquier día la arreglara y, entonces, tendrá que buscar otra cosa que le moleste y poder seguir gritando cada mañana. – Tras la puerta espera Diocles sentado en un pequeño taburete y dormitando apoyado contra la pared. – Quería venir a repararla, pero le dije que no, esta puerta es casi tan vieja como yo y se merece un descanso. – La respuesta dada en tono lacónico no permite un resquicio de respuesta a Bagum que decide replegarse ahora antes de ir a mayores,

  • Bien está Diocles, en ese caso me alegro, con un poco de suerte veremos la puerta reparada algún día. – Responde dejándose llevar al final por la maldita ironía que algún día le traerá problemas.

  • La suerte no nos acompaña últimamente señor. No pongamos ahí nuestra esperanza. – La respuesta de Diocles estaría fuera de lugar en cualquier asistente, pero Diocles le cambio pañales a Bagum y eso parece darle ciertas ínfulas. – Si le parece podemos bajar a la cocina a desayunar, hoy tenemos huevos frescos si le apetece. – No termina casi de hablar cuando se pone a andar en dirección a las escaleras que bajan directamente a la cocina.

Con un asentimiento de cabeza Bagum le sigue en silencio, pero sonriendo ante la respuesta de Diocles. Sabe que el día que pueda superar la mordacidad de su amigo significara que está muerto y espera que viva muchos años todavía.

  • Hoy tengo que ir al zoco a comprar, te vendrás conmigo y nos llevaremos un par de ayudantes más, elígelos tú. – Comenta mientras toma asiento en uno de los sencillos taburetes de madera que rodean la mesa de la cocina.

  • Hablare con los hijos de Janum, les vi el otro día y habían terminado la temporada con el viejo Jafet, probablemente aun estén disponibles. – Parece más que hable para sí mismo que para que para su acompañante untando mantequilla en unas gruesas rebanadas de pan de hogaza antes de ponerlas en la vieja parrilla que flota sobre el fuego sujeta por unos alambres tan viejos como las piedras de la chimenea.

  • Como digas estará bien, Joram y Alfatar son trabajadores. – Asiente Bagum con un reluciente caqui entre las manos que se resiste a ser pelado inundando la mesa con su jugo. Finalmente se introduce una de las mitades casi deshecha en la boca ante la atenta mirada de Diocles, que sorprendentemente guarda silencio ante semejante sangría, mientras su mirada se queda fija en el hogar encendido.

  • << Espero que las caravanas sigan llegando sin problemas, la situación es cada vez más inestable y no tardaremos en sufrir carencias.>> - Una mueca se dibuja en su cara al pensar en esto, sabiendo que es inevitable que la guerra asole su amada ciudad. Pero él es solo un peón en este tablero de juego, y ni siquiera está seguro de tener capacidad de verlo completo.

Terminan de desayunar en silencio, dando cuenta de las tostadas acompañadas de un delicioso té negro carísimo, que a Bagum le parece un dispendio pero que su asistente compra sin consultarle, y algo más de fruta. Bagum está a punto de hacer un comentario acerca del te cuando recuerda su última conversación sobre el tema y se muerde la lengua con fuerza.

  • <<Que buen te Diocles. ¿De dónde lo has sacado?

  • Si esta bueno si – Responde el viejo con una sonrisa en su cara que lanza reflejos de luz en sus labios al estar húmedos del último trago que acaba de dar a la infusión. – Es él te que le sirven al Califa, ¿recuerdas?, un día trajiste una bolsa como obsequio del Califa y te encanto. – La sonrisa no ha desaparecido en ningún momento de la cara del asistente, que además se ha saltado el protocolo sin dejar de sonreír.

  • No, no recuerdo haberlo probado, de hecho, no recordaba que me la regalaron. – En la cabeza de Bagum algo preocupante comienza a dibujarse.

  • Pues sí, y como sé que te gusto mucho he buscado la manera de conseguir más.

Bagum comienza a no tener claro si debe seguir preguntando o si quiere saber más.

  • Y veo que has encontrado de la manera de conseguirlo, obviamente.

  • Obviamente, por eso podemos disfrutar de este delicioso manjar. – Diocles parece haber dado cuenta de su taza que deja con cuidado sobre la mesa.

  • No sé si debe preocuparme más el precio del producto, o el medio a través del cual se está consiguiendo algo reservado al Califa.

  • Debe preocuparle los mismo que el resto de gastos que no controla y deja en mis manos. En ocasiones son necesarios ciertos caprichos que den sentido al día a día. – Ahora la sonrisa a desaparecido y la mirada de Diocles se centra en los ojos de Bagum.

  • Entiendo, entiendo viejo amigo. Totalmente de acuerdo contigo y agradezco tu preocupación por mi bienestar. – La respuesta viene acompañada de un asentimiento que pretende dar cierta veracidad a sus palabras y conseguir una salida digna del brete. >>

Bagum se prepara para salir hacia el mercado de Midhad Pasha. La casa en la que vive se encuentra relativamente cerca de la Vía recta, un vestigio de tiempos romanos de aproximadamente un kilómetro y medio de longitud orientada de este a oeste, según la tradición los augures bendecían la creación de esa calle al levantar los campamentos de guerra, de los cuales en ocasiones acababan naciendo ciudades.

Al salir a la calle el frescor en el ambiente propio de la fecha, acompañado de un día raso, sin nubes, sobre el que las aves se recortan contra el cielo azul sin nada que las oculte. Un buen día para los halcones del Califa, estos días las presas se recortan con claridad en el cielo y les es más sencillo localizarlas. No es que a él le gusta especialmente la cetrería, pero con el Califa han sido varias jornadas ya de caza las que ha pasado observando las distintas técnicas y métodos. Debe admitir que le fascina como seleccionan los animales en función del día y el tipo de presa que quieren obtener. El califa únicamente practica la caza de altura, palomas o patos en su mayoría, para la que utiliza unos estilizados Halcones especialmente entrenados. Otros de sus altos mandatarios sin embargo prefieren la caza de baja altura más por el tipo de ave a usar como águilas o azores, que por el tipo de presa que suelen ser roedores o liebres. Muchos de ellos tienen águilas en sus emblemas como representación haciendo suyos los atributos del animal muy honrado en esta parte del mundo.

Con estos pensamientos en la cabeza Bagum camina a paso vivo, solo en este momento, Diocles se ha quedado esperando a los hijos de Janum para que le ayuden con la carreta y el material que deben recoger. Y seguramente tomándose otra taza del carísimo té negro que Bagum “necesita como capricho del día”.

<< Janum es un tipo interesante – le da por pensar mientras esquiva una polea que seleva una pequeña plataforma con varias cestas de mimbre hasta arriba de rojas manzanas – de los mejores herreros de Damasco, pero lo que poca gente sabe es de su pasado militar en las tierras fronterizas del califato. Durante años peleo un día tras otro hasta juntar el dinero suficiente para montar su herrería y alejar a sus hijos de los distintos frentes de guerra que sostienen la economía del Califato. De esa época se trajo dinero y una patente cojera en su pierna derecha. Creo que es de las pocas personas de Damasco en las que confiaría si me diera su palabra. >>

Las calles por la que transita son, en su mayoría, estrechas calles pertenecientes a gente de distintos oficios bastante austeras, mostrando pocos o ningún detalle ostentoso más haya de algunas ventanas de vidrio, aunque en su mayoría sean de madera. Construidas en ladrillo y encaladas en blanco, envejecidas y ensuciadas por el trasiego de una ciudad que es desde hace muchos años zona de paso para el comercio por la seguridad que ofrece su tamaño y la muralla interior. Aunque es temprano y apenas acaba de salir del todo el sol las calles ya tienen mucha actividad, lo que le obliga a ir esquivando a la gente y carros cargados de mercancía para mantener el paso. En un par de ocasiones debe detenerse para ceder el paso a carrozas de gente pudiente que transitan a alta velocidad sin mostrar la mínima intención de detener su avance, a riesgo de pasar por encima suya o de cualquiera que tenga la mala idea de interponerse en su camino.

Su olfato es el primero en avisarle de que se acerca al zoco, despertándole de sus pensamientos, un olor fuerte que mezcla en el ambiente los olores de las especias de mil colores que ofrecen los mercaderes en puestos a pie de calle, los animales que pueblan la ciudad con mil fines distintos, de guisos conocidos y desconocidos y de decenas de oficios que se realizan directamente a puerta de mercado como pescaderos, carniceros, zapateros o fabricantes de papel. Al girar en la esquina de la callejuela por la que camina se encuentra con el acceso de Bab-al-Javiya, o puerta de Júpiter como la llamaban los romanos, una de las siete entradas antiguas de Damasco y la que da acceso al Zoco de Midhad Pasha desde esta parte de la ciudad. El enorme arco de entrada da paso a una serie de arcos más pequeños, pero igual de altos a cada lado de la calle, ocho en total, cuatro a cada lado. Desde aquí comienza Midhad Pasha y termina en la salida del lado opuesto llamada Bab Sharqi o puerta del Sol en su denominación Romana.

Se dirige sin detenerse a una calle lateral, no muy lejos de la entrada por la que ha accedido al Zoco. Una calle corta y estrecha, casi puede alcanzar a tocar los muros de los lados con ambos brazos estirados. Los edificios que la pueblan son de dos plantas y extremadamente sucios, lo que le da un aire opresivo a la callejuela. Hay varios talleres dedicados al trabajo del metal, cuchilleros, armeros, herreros en general, de ahí la extrema suciedad de la calle generada por el polvo de metal y el humo de las fraguas trabajando a diario. Bagum se dirige directamente al último de los locales. La puerta de entrada está hundida unos cuarenta centímetros en el suelo, dejando un importante escalón para acceder a la tienda, lo que le obliga a agacharse para abrir la puerta y empujarla agachado para no darse con la parte superior del cerco de esta. Da la sensación de que el edificio que hay encima pesa demasiado y ha hundido el local entero. Si ya la calle le parece claustrofóbica, cada vez que entra aquí la sensación de asfixia es acuciante.

<< ¿Cuándo terminaran estos malditos intercambios?, Este sitio me da grima>> piensa imaginándose cientos de lugares mejores y más discretos para verse que aquel cuchitril infesto. Entra dentro para descubrir un lugar que ya conoce, una pequeña estancia muy oscura, a la que sus ojos tardan unos segundos en acomodarse, con las paredes sucias del hollín del fuego de la sala contigua, en medio de la sala un voluminoso mostrador muy alto que obliga a levantar los brazos si busca apoyarse en él, y sobre todo el polvo de hierro en todas partes, pesado y negro polvo que horas después de salir de aquí sigue manchando su saliva.

  • Llegas pronto Bagum – Dice un hombre semioculto tras el mostrador, con voz grave. De estatura media y con el pelo sucio y fosco, es un parche en el ojo izquierdo el que lo hace reconocible. El ojo sano no se ha apartado de lo que estuviera haciendo al entrar Bagum, aunque le ha reconocido sin mirarle.

  • Considérate afortunado entonces – Responde con una forzada sonrisa en su rostro – Terminemos rápido con esto, al final alguien se preguntará que hago aquí todas las semanas – Acompaña la frase con un movimiento de las manos, tratando de apartar el polvo que respira.

  • Tranquilo escriba, justo estaba terminando de prepararlo cuando has entrado. - Responde levantando una bandeja de metal sobre la que descansan dos montones de monedas apiladas y, entre ellas, un pequeño paquete envuelto en piel curtida. Retira el montón de monedas más grande y le entrega la bandeja con el resto de monedas y el paquete. – Comisión comercial –Señala mientras se le dibuja una sonrisa que muestra unos dientes increíblemente blancos.

Con un asentimiento Bagum coge el paquete y lo abre cortando las cuerdas que lo precintan con un fino cuchillo que hay en la bandeja bajo el paquete. Dentro encuentra varias hojas dobladas que abultan bastante al estar lacradas para sellarlas, y sobre ellas una hoja sin sellar con un doblado simple, coge esta primera hoja mientras deja la bandeja en el mostrador y, utilizando la mano izquierda, se mete las monedas en un bolsillo con aire distraído.

“Gracias por tus servicios, nos vemos pronto.” Lee de nuevo el mensaje y cierra la hoja con cuidado. Tras esto, deja la hora doblado junto al resto de documentos y vuelve a envolver el paquete con la piel guardándolo después en el interior de su camisola.

  • Nos vemos la semana que viene escriba. Siempre es un placer hacer negocios contigo. – Le indica el dueño de la tienda sin levantar los ojos mientras cuenta las monedas que descansan sobre el sucio mostrador, dejando surcos en el polvo con cada una que arrastra hacia sus manos.

Sin decirle nada Bagum se gira y abre la puerta lentamente, antes de abrir armoniza buscando el espíritu de las llamas que alimentan la fragua de la trastienda, una vez la localiza armoniza con ellas hasta hacerse con su dominio. Insufla Khanut a través de la armonización en la llama haciendo que esta se convierta en un pequeño infierno, acto seguido sale y cierra la puerta dando un portazo empujado por la sensación de aceleración al poseer el fuego.

El hombre del parche levanta rápidamente la cabeza para decirle algo sobre el portazo, pero ve que ya se ha ido y no podrá oírle por lo que continua el recuento de su pequeño tesoro pensando que el precio cobrado bien merece aguantar alguna mala manera del escriba.

Bagum se aleja unos pasos mientras que la tierra parece engullir unos centímetros el edificio empujado nuevamente por una nueva armonización de la Khanut de Bagum, hundiendo la puerta si cabe aún más en el suelo. Sus pasos lo alejan de la tienda y, cuando está a punto de llegar a la avenida principal, le parece oír un grito desesperado que desaparece entre la marabunta de sonidos del Zoco.

El sol luce con fuerza en el horizonte cegando a Wei-Shin mientras cabalga al frente de la caravana en dirección al astro rey. Carretas y caballos en hilera transportando la mercancía seleccionada con sumo cuidado para llevar a los mercados de Sidón y Damasco, como paso previo a un más que probable viaje a Roma. En este viaje los artículos seleccionados incluyen sobre todo tejidos de gran calidad, y papel en pequeños rollos. En una caravana que debió salir un mes después de ellos vienen mercancías más pesadas, caras y difíciles de darles salida por necesitar de un comprador con un perfil más complicado de encontrar, pero que pueden dejar un margen de beneficio interesante. Aunque la mercancía más importante la transporta el personalmente sin haber dado cuenta de ello a nadie, aun siendo hombres de confianza en su mayoría, en total unos cincuenta gramos de huevos que generaran unas treinta mil larvas del valiosísimo gusano de seda original de su país. Algunas de las mayores fortunas de Occidente se han lanzado a comprarlos para tratar de crear su propia factoría de seda directamente en sus países haciendo que el precio de los huevos se haya disparado, ya que el transporte de los gusanos se ha revelado imposible, muriendo prácticamente todos en el recorrido, y quedando los supervivientes tan dañados que resultan inútiles.

Es un viaje en el que lleva tiempo trabajando, una apuesta personal en la que invierte no solo gran parte del dinero de su familia, si no su reputación. Desde que su padre le cedió la dirección de la empresa a causa de una enfermedad que le tiene prácticamente postrado en cama, Wei-Shin ha estado esperando una oportunidad para establecer su propia ruta comercial, y una extraña carambola del destino ha permitido que su sueño sea posible. Esto no significa que dejen de utilizar las rutas usan hasta ahora, sino que añadirá nuevas ciudades aparte de las que ya alcanzan sus mercancías por lo que podrían disponer de nuevos mercados en los que generar ingresos, no todas las ciudades funcionan igual y absorben la misma mercancía. Hay ciudades donde la seda se vende, incluso antes de descargarla ya que se lleva vendida con preacuerdos, sin embargo, en otras este tejido se puede llevar varias semanas o incluso meses en el mercado antes de encontrar salida. Igual pasa con la porcelana, el papel o el resto de las numerosas mercancías con las que su familia trabaja.

La oportunidad llego un año atrás, cuando una misteriosa amiga de su padre paso a visitarles con preciosos presentes. La visita de la mujer trajo mucha alegría al corazón de su padre y le dio la sensación de que, durante el tiempo que estuvo la mujer en casa, su padre rejuveneciera. Sin duda el momento álgido de la visita de la mujer fue la comida donde nació este viaje.

  • Mi hijo, Wei-Shin, es el orgullo de la familia y el nuevo gerente de nuestros negocios. – Hablo su padre mirándole orgulloso – Yo ya no puedo hacerme cargo de las cosas igual que antes y él ha demostrado llevar preparado mucho tiempo para asumir la responsabilidad.

  • Me sorprende que haya llegado el día de tu retiro. – Responde la mujer con una sonrisa en los labios – Pensé que la inmortalidad te había besado. Me alegra ver que tienes un valido heredero que continúe la saga familiar.

  • Gracias Madre. – Respondió su padre, siendo la primera vez que Wei-Shin escuchaba el nombre que cambiaría su vida.

  • Wei-Shin, tu padre es una persona a la que valoro sobre muchas cosas y viendo la confianza que sus ojos me demuestran en ti hago extensible mi amistad y confianza en él a ti. Te deseo lo mejor en el camino que estas a punto de recorrer.

  • Muchas gracias, Madre – decide utilizar la misma fórmula que su padre ya que no le han dado otro nombre que utilizar – Me halaga que alguien hacia quien mi padre demuestra semejante deferencia me ofrezca su confianza. Es un orgullo ser hijo de la casa Shin padre.

Este reconocimiento al honor de su padre hace casi brotar lágrimas de los ojos del anciano hombre que miran a su hijo con un profundo amor. Wei-Shin se fija por un instante en el perfecto rostro de la madre, el rostro de una mujer joven bellísima, enmarcado por una melena rubia con dos pequeñas trenzas que le nacen de ambas sienes colgando hasta el mentón. Pero son los ojos azules, investidos de una dureza impropia de la angelical cara, los que dan carácter a su rostro, mirándola descubre que ella ha viajado con su mente a otro lugar, su mente esta en otro sitio en este momento y nota cierta tristeza en sus ojos.

  • Y dime Wei-Shin. – Pregunta la mujer reponiéndose rápidamente - ¿Tienes planes de futuro? ¿Alguna idea para el negocio? Normalmente la gente joven cree ver fallos de los mayores, o idean cosas que sus padres no pensaron nunca en hacer.

  • Ciertamente las cosas cambian con el tiempo y ahora creo que es momento de poner en practica nuevas vías de comercio. Hace años que mi padre ha guiado los negocios familiares de manera acertada, pero coincidimos en que están cambiando los gustos y prioridades de nuestros clientes, así como la gestión que nuestros competidores hacen de las distintas rutas hacia occidente. – hace una pausa para estudiar el rostro de su padre, que autoriza con un gesto de asentimiento a que continúe hablando - Somos esclavos de los aranceles por utilizar las vías de los demás y esto nos penaliza a la hora de hacer llegar nuestra mercancía a los mercados más allá de nuestras fronteras.

  • Creo ver por donde vas Wei-Shin – Dice la mujer, dejando ya patente su notoriedad. Nunca una mujer había participado en las reuniones de su padre ni de ninguna familia que el conociera. – Tienes la intención de buscar una ruta alternativa hacia Damasco para tu mercancía, libre de las cargas de aquellos que gestionan su uso.

  • Si Madre, no es una prioridad, pero si una acción que creo debemos llevar a cabo.

  • ¿Y tu Mai-Shin, que piensas de esto? – Pregunta a su padre que aguarda en silencio dando un último sorbo a la pequeña taza de té.

  • Creo, querida amiga, que es pronto para que Wei-Shin salga de nuestra tierra en pos de una ruta que le llevara, como mínimo dos años encontrar y asegurar con los contratos necesarios. Apenas acaba de hacerse cargo de los negocios que tenemos aquí. Si tu pregunta es si le veo valido para crear la ruta, no se me ocurre nadie mejor que él, pero creo que debe esperar al menos cinco años para ello.

  • ¡Pero Padre, cinco años! – La respuesta de Wei-Shin, aunque apasionada, la hace en un tono correcto. Demostrando el respeto por su padre. – Sabes que llevamos dos años de retraso con la familia Che, ellos sacan casi toda la mercancía de alto valor que llega a Europa de los artesanos de nuestra zona. Nosotros tenemos más fuerza a nivel local, pero eso genera en todo el año lo mismo que ellos con una sola de sus caravanas. Entiendo tu miedo, pero quedarnos quietos significa morir asfixiados en cuanto la familia Che tenga el dinero suficiente para comprar todos los productos de la zona a precios con los que nosotros no podamos competir.

Durante unos instantes los tres interlocutores callan, dejando tiempo para ordenar las ideas y oxigenar la conversación. Durante este tiempo solo el sorbo ocasional de alguna de las tazas rompe el silencio, acompañado por el suave y dulce trino de los más de cien pájaros cautivos en una enorme pajarera de mimbre cubierta rodeada de almendros en el centro del patio, a una distancia prudencial que hace que el trino de las aves resulte encantador dulcificado por la distancia.

  • Entiendo tus reticencias Mai-Shin, creo sinceramente que tu padre tiene razón. – Dice mirando a Wei-Shin que la estudia tratando de aprender de sus gestos tal como le ha enseñado su padre para las negociaciones - Es pronto para que abandones un negocio sobre el que aún no tienes un dominio completo sobre él, pero también es cierto que, a veces, no es posible hacer las cosas según nuestros deseos y las prioridades mandan. – Sentencia la mujer, para después inclinarse ligeramente hacia delante y dejar la delicada taza de té sobre su plato. Durante un instante Wei-Shin puede ver el fondo de la taza donde esta retratada la imagen de su amada madre gracias a la claridad que inunda la sala a través de los finos paneles de papel de arroz. – Además, creo que puedo ayudaros con este proyecto en concreto.

Ambos hombres se giran para mirarla con expectación, Mai-Shin con miedo pues ya la conoce, Wei-Shin ligeramente mareado al acelerarse su corazón de manera espontánea.

  • Te conozco Madre, esa frase lleva esperando a salir desde que te vi entrar por la puerta de mi casa. Esta vez no vienes a por mí, ya estoy viejo. – Habla Mai-Shin.

  • Los acontecimientos se están acelerando. Los lobos están cada día más cerca del profeta y Jahan envió a buscarme hace unos meses para ponerme sobre aviso, espera mi vuelta para presentarme a alguien. – Hace una pausa dramática para escuchar el trino de los pájaros y pedir algo más de té a las ayudas de cámara - Jahan cree tener con él a una Gayoisi.

Esta revelación desasosiega tanto a padre como a hijo que se miran sin saber muy bien que decir. Cierto que durante generaciones se han preparado para su destino, pero, llevan tanto esperando.

  • Mi destino está unido al del Dragón Madre. Hace semanas que tengo sueños admonitorios con los que me he despertado intranquilo. Creo que me avisaban, pero no he sabido verlo, discúlpame Padre. – Hace una reverencia hacia su padre en señal de contrición con las manos en las caderas apuntando con las puntas de los dedos hacia el suelo.

  • No hijo, ¿Cómo podías saber algo para lo que no estás preparado?, lo importante es que el Dragón nos reclama y debemos responder a la llamada. Madre, estamos en tus manos. – Wei-Shin se reincorpora tras las palabras de su padre y mira también a la mujer que ha realizado una señal a una persona que espera en el jardín para que se acerque con un enorme bulto en sus manos.

Antes de entregárselo a la mujer, retira con cuidado las pieles que recubren el objeto para descubrir lo que parece un gran escudo redondo de metal, aunque ellos solo alcanzan a ver la parte interior, donde las cinchas esperan el brazo de su portador.

  • Saldrás dentro de seis meses hacia Sidón para después embarcar rumbo a Roma como es tu plan inicial. Yo preparare tu camino durante mi vuelta y dejare todo atado para que tengas los menos problemas posibles por el camino hasta Damasco. Me llevare a alguien de tu confianza conmigo para que sirva de enlace. – Levanta el enorme escudo dándole la vuelta y mostrando la cara de defensa en la que pueden verse decenas de líneas grabadas creando una filigrana. Parece que hay una forma dibujada, pero Wei-Shin no alcanza a reconocer bien que es mientras la mujer coloca suavemente el escudo en el suelo frente a ella. – Este es un obsequio que me gustaría llevaras contigo.

Durante el resto de la cena y varios días después prepararon con detalle el trayecto que hará la caravana en su ruta hacia occidente.

La ruta es muy ambiciosa, ya que les abrirá las puertas del Mediterraneo conectando directamente Luoyang con Damasco, para embarcar en Sidón y llegar desde ahí a cualquier ciudad del Mediterraneo. Su plan no acaba ahí, sino que plantea la posibilidad de alquilar almacenes en Sidón y crear una plataforma de distribución permanente en la ciudad, con la cual podría enviar caravanas a El Cairo, Fez o cualquier otra ciudad del interior, aunque esto ya es una parte que solo él tiene en mente y le parece más que difícil llegar a poner en marcha.

Durante setenta días han viajado cruzando China y Persia, para después llegar a orillas del mar Caspio y bajar en dirección a Kufa, han cruzado la antigua tierra de Ariana, comienzo del antiguo imperio persa en su parte limítrofe con China, donde no han encontrado mayores problemas que unos caminos más propios de cabras que para los robustos caballos de carga que ellos están usando. Ahora están cerca de Ctesifonte donde debieran llegar en un par de días, para continuar camino hacia Damasco. El plan original contaba con pasar por Kufa en lugar de Ctesifonte, pero los informes que han ido llegando indican que la ciudad cayó en manos de los negros ejércitos de los Abasíes, y que la estabilidad no estaba garantizada, aunque haya pasado un año.

Lamentablemente en Kufa tenía unos amigos a los que le habría gustado ver, han sido ellos mismos quienes le han recomendado que evite la zona, y habría sido además una plaza estable de descanso durante un par de semanas que habrían permitido planificar mejor el asalto marítimo al Mediterraneo. Ahora y debido a este cambio de planes llegaran a Damasco con el tiempo bastante más ajustado, por lo que tendrá que revisar la planificación si quiere embarcar a tiempo hacia Palermo como paso previo a la península. El viaje a Palermo debiera sumar otras tres semanas al viaje, siempre y cuando embarquen a tiempo de aprovechar el siroco, los potentes vientas del sur que les llevarían mar a través hacia su destino. En otro caso deberán bordear la costa y utilizar en la mayor parte del trayecto remeros, lo que haría más largo y costoso el viaje, aparte de que los huevos de gusano harían eclosión antes de llegar al destino. En Damasco además debiera encontrarse con la razón del viaje, el pupilo de Jahan, pero esto le preocupa menos ya que tienen donde hospedarse el tiempo que sea necesario según la información aportada por la madre durante la planificación del viaje, por lo que el retraso no debiera suponer un problema mayor para él o ella.

Desde que han entrado en territorio de los Califas han bajado el ritmo de avance sensiblemente, lo que le pone de mal humor, a eso hay que sumarle un ataque de bandidos la pasada noche que ha terminado con la vida de algunos de sus hombres y un par de monturas de carga, aunque gracias al excelente trabajo de sus guardias han evitado una más que posible matanza.

Al amanecer retoman el camino después de dar sepultura a los suyos y repartir la carga entre las monturas supervivientes.

Cuando el sol comienza a levantar la caravana ya ha recorrido algunos kilómetros de un paisaje estepario mucho más amable de transitar que los parajes pedregosos y con elevaciones que han cruzado durante las últimas tres semanas. Ante sus ojos se avista una extensión de terreno llano cubierto de una hierba corta y verde que asemeja un mar en calma, empujadas por un suave viento las briznas de hierba reflejan el sol realizando caprichosos dibujos sobre ellas mientras las nubes cruzan ligeras el firmamento.

En el horizonte el sol se eleva dibujando su esfera ardiente sobre la estepa hacia la que ellos se dirigen. Wei-Shin, avisado por uno de sus hombres, otea en la distancia para descubrir que se acercan dos figuras al galope, dos jinetes a caballo que vienen directos hacia ellos por uno de los flancos de la caravana. Aunque solo son dos se ponen alerta, el ataque de la noche esta reciente todavía, Wei-Shin junto a los guardias que le rodean en ese momento cruzan la línea de la caravana para interponerse entre esta y los jinetes, tres de sus hombres a caballo, armados con lanzas largas, le flanquean enseguida dando uno de ellos, su segundo al mando Cho, órdenes a su vez de que el grupo se ponga alerta. Como una maquinaria engrasada la caravana se prepara para lo que pueda ocurrir, tomando cada uno su puesto con diligencia.

Cuando los extraños se encuentran a unos centenares de metros la perspectiva deja de ser efectiva descubriendo Wei-Shin y sus hombres que tras ellos, y en hilera para ocultar su número, vienen más jinetes armados. Reconocen en ellos a los mismos asaltantes del ataque nocturno frustrado.

<<Esta vez no dejaremos que nos sorprendíais tan fácilmente, estamos preparados.>> - Piensa con rabia Wei-Shin. Pensando en sus hombres, no merecían morir de esa manera. << Deja que la paz te guie a la guerra, no dejes que la ira dirija tus manos en combate.>> Se repite mientras desenvaina su espada familiar, una katana centenaria con muchas muertes en su hoja, preparándose para el combate.

  • Cho, despliega a los hombres como hemos dispuesto. Intercala las lanzas y esperar mi orden.

  • Sí señor, los hombres los harán bien. - Responde con seriedad – Nos han dado el regalo de la venganza. – Ahora sonríe secamente.

Las ordenes son sencillas y precisas, son hombres preparados para el combate, todos se mueven como si fueran uno solo y se colocan para esperar a los atacantes que ya casi tienen encima en una formación combada que les permite dejar sitio entre ellos para utilizar las largas y pesadas lanzas que portan. Rápidamente, la caravana se ha detenido y agrupado tras ellos como si lo hubieran ensayado un centenar de veces. Las largas lanzas levantan sus puntas esperando el pecho de los corceles mientras los lanceros se protegen con unos sencillos escudos de cuero, ligeros pero ideales para detener proyectiles que quedan detenidos por una pantalla detrás del cuero creada por mimbres fuertemente enlazados.

Cuando los atacantes se encuentran a unas decenas de metros comienzan a abrir la formación, como si de una cremallera se tratara, a derecha e izquierda para tratar de rodear la caravana y acosarla con flechas lanzadas desde los cortos arcos curvos característicos de estas tribus esteparias, normalmente utilizados para cazar grandes mamíferos a cortas distancias.

Los primeros proyectiles silban impactando contras las defensas de los hombres de Wei-Shin que aguantan esperando. Lentamente, los defensores, se van girando para ofrecer la máxima protección del escudo mientras los atacantes continúan avanzando. La segunda tanda de flechas proviene de una posición más escorada, al estar ya los jinetes en la perpendicular de la caravana y logran algún blanco sobre los defensores, que ahora dan la espalda a uno de los lados Algunos proyectiles, pocos, impactan en diversos puntos de la carga y animales que las transportan. Lejos de amilanarse y aprovechando que ambos grupos de jinetes se han cruzado por detrás de la caravana y comienzan a acercarse de nuevo a la perpendicular los lanceros arrojan las pesadas lanzas sobre la trayectoria que los atacantes han recorrido y que, previsiblemente, harán a la inversa. Una vez arrojadas las lanzas, ya en carrera, desenfundan sus espadas para seguir a Wei-Shin su líder y los jinetes que le acompañan, los cuales ya están cabalgando con velocidad hacia una de las alas formadas por los jinetes de la estepa mientras estos aun están galopando por detrás de la caravana y su visibilidad esta reducida.

Las lanzas dibujan una torpe parábola en el aire para acabar cayendo y hundiéndose pesadamente más de un palmo en tierra, donde quedan firmemente clavadas como estacas. Algunas de ellas llevan en la cabeza un pequeño saco con piedras de pedernal en su interior y el costosísimo polvo negro, por el que Wei-Shin debe todavía algunos favores al estar solo permitido para los miembros de la realeza de su país. El impacto de las lanzas en la tierra provoca que el pedernal choque entre si produciendo la chispa necesaria para prender el preciado polvo liberando una llamarada primero, seguido de una densa humareda grisácea que crece con rapidez. Apenas son un par de lanzas con carga de polvo negro a cada lado, pero siembran la confusión entre los asaltantes. Primero se encuentran las lanzas estacadas en el camino que sus corceles recorren en una maniobra mil veces practicada, y teniendo ambas manos ocupadas en disparar sobre los miembros de la caravana con sus arcos, los primeros jinetes no aciertan a controlar sus monturas antes de que estas comiencen a tropezar con las lanzas arrojadas haciendo que caigan con ellos encima. El caos que comienza a generarse es aprovechado por Wei-Shin y sus tres acompañantes para caer sobre los jinetes nómadas como un mazo rompiendo su línea de movimiento. Los tajos de la espada de Wei-Shin se hunden profundamente en los cuerpos sin protección dejando un rastro de sangre sobre el verde tapiz del suelo, el primer golpe cercena el brazo derecho y parte de la mano izquierda del primer jinete caído al suelo y, que de una manera felina, ya se había repuesto y armado el arco listo para disparar un proyectil sobre Wei-Shin, el segundo tajo termina por abrirle la cabeza desparramando su contenido sobre el corcel caído que cocea impotente en el suelo con las patas delantera rotas ante el impacto con la lanza que se encontró en su camino. Sin casi tiempo para que el primer cuerpo llegue a tierra aprovecha que un jinete está cayendo de su descontrolada montura para impactarle con la espada por debajo de las costillas en una trayectoria ascendente que termina por salir abriendo el hombro derecho del infortunado que ni siquiera alcanza a ver venir la muerte.

Los compañeros que siguen a Wei-Shin en la carga embisten con igual ímpetu en distintos objetivos haciendo que la línea de los atacantes se rompa y comiencen a desbandarse. Aunque el otro flanco no ha sufrido ninguna baja ven lo que ha ocurrido con sus compañeros y, entendiendo que han perdido la ventaja en el combate continúan al galope en línea recta lanzando algún proyectil mientras escapan. Los hombres de a pie han tomado posiciones con los escudos precisamente para cubrir la retaguardia de sus jinetes deteniendo las pocas flechas que podrían alcanzar su objetivo. Uno de los proyectiles que ha conseguido atravesar la defensa impacta con fuerza en la espalda de Cho que, por suerte, lleva hay colocado el escudo que Wei-Shin recibió de manos de la madre como regalo al comenzar la expedición, estallando en una nube de astillas sin arañar siquiera la superficie pulida de metal.

Wei-Shin y sus hombres continúan segando vidas desde sus monturas con precisa eficiencia hasta tener que desmontar por el peligro de tropezar ellos mismos con las lanzas o los cadáveres que van dejando en tierra. Wei-Shin se encuentra inesperadamente con un jinete que emerge del humo sorprendiéndose tanto como el, de manera automática salta como un resorte apartándose de la trayectoria del animal para levantar acto seguido una de las lanzas caídas en el suelo que sus manos han encontrado milagrosamente y utilizarla para desmontar de un tremendo golpe lateral al jinete, que lejos de atacarle, trataba de girarse para escapar. El impacto en el hombro izquierdo hace que el hombre suelte las riendas del corcel y resbale por la manta que usa como silla de montar. El suelo le recibe con brutal cortesía haciendo que su cuerpo cruja cuando toma tierra, la cabeza es la primera en tocar tierra torciendo el cuello en una postura imposible que termina por partirse con un sonido seco y brutal a la vez. Wei-Shin ni siquiera tiene tiempo de ver el resultado de la caída ya que el sonido de unos cascos le advierte de la proximidad de un nuevo objetivo, que se acerca velozmente desde la misma dirección que el que acaba de tumbar. En esta ocasión es la punta de la lanza, impulsada por dos fuertes manos, la que busca hueco en las costillas sin suerte. Aunque el impacto en el pecho es duro encuentra como receptor el esternón del pobre diablo que no tiene tiempo ni de alegrarse por esto antes de sentir como la lanza continua su trayectoria ascendente encontrando en esta ocasión la tierna carne del cuello que poco puede hacer contra el metal templado de la pesada lanza. La sangre mana salvajemente empapando las manos y la ropa de Wei-Shin que suelta la lanza encajada en el cráneo para dejarla dentro de un cuerpo que ahora cabalga sin vida unos metros antes de caer del caballo.

Sin apenas entretenerse recoge su espada del suelo y mira en derredor tratando de localizar nuevos objetivos para descubrir que el humo se está terminando de dispersar permitiéndole ver que ya no queda nadie con quien luchar. Los que no están muertos en el suelo están huyendo en cualquier dirección que les aleje del diablo de la muerte en el que Wei-Shin y sus hombres se han convertido.

Una decena de cadáveres siembran el suelo a su alrededor, todos de los asaltantes que no han encontrado la presa fácil que esperaban rematar después de una noche infernal. En el otro flanco, defendido por los hombres de a pie, más cuerpos dan silenciosa fe de la refriega que allí ha tenido lugar más dura si cabe al no poseer monturas que igualaran las condiciones de la contienda. Varios de sus hombres descansan heridos en el suelo con heridas de distinta gravedad causadas por las endiabladas flechas de los nómadas lanzadas con endiablada precisión. Calcula que han eliminado a la mitad aproximadamente de los atacantes, quizás un algo más, por lo que Wei-Shin espera que se les hayan quitado las ganas de volver a atacarles. Después de un largo rato durante el que tratan a los heridos y apartan con cuidado el cadáver del único miembro de la caravana caído para poder rendirle el tributo merecido, vuelven un par de hombres que han aprovechado para capturar a media docena de los fantásticos corceles de los jinetes de las estepas. Animales pequeños pero nervudos y fuertes que son excepcionales para largas cabalgadas y que utilizaran para reponer los perdidos en la noche anterior. No les vendrá mal destacar un par de hombres por turno a caballo para que se alejen algo más en los turnos de guardia y ganar así algo de tiempo en caso de una nueva emboscada.

  • Bien hecho señores, me ha hecho sentir orgulloso de su comportamiento en una situación de inferioridad. No se han dejado llevar por el miedo y esto nos ha convertido en invencibles. – Dice Wei-Shin con sinceridad en sus ojos mirando a sus hombres.

  • Gracias Señor. – Responde Cho, su segundo al mando, agachando la cabeza con un movimiento rápido y fuerte.

  • Debemos continuar avanzando y buscar un buen sitio para acampar, hoy pararemos antes para levantar un campamento con defensas básicas, no creo que vuelvan, pero no quiero confiarme. También debemos dar sepultura a nuestro compañero caído, ha entregado su vida luchando como un auténtico hijo del Dragón. – Les dice Wei-Shin mientras vuelve a subir a su caballo y lo gira para ponerse frente a ellos. – ¡!Adelante!!

La caravana tarda un rato en ponerse en marcha al repartir de nuevo parte de la carga con aquellos caballos de los recién adquiridos cuyas características son claramente de carga, aunque normalmente los caballos que montan los nómadas suelen ser pequeños y rápidos, estos deben haber repuesto perdidas con lo que hayan podido conseguir. Los animales se muestran todavía nerviosos por el enfrentamiento lo que alargar la espera antes de partir. Para darles tiempo a calmarse y viajar con mayores garantías deciden abrevarles y dejarles comer algo antes de retomar el camino. Al cabo de un par de horas y con todos estos contratiempos superados la caravana continua camino por la verde estepa en una hilera doble para hacerla más corta y defendible. Wei-Shin asiente al ver los nuevos jinetes pertrechados con ligeras armaduras, una naginata con su pesada cabeza larga y curva de metal encastrada en una asta de madera brillando al sol, y un arco colgado del lomo de los caballos.

La expedición viaja con energías renovadas y a paso firme, con cierta sensación de júbilo y orgullo por haber vencido al enemigo que la noche anterior les hizo sufrir tantas bajas y que esperaba terminar el trabajo sin apenas darles tiempo a reponerse, y sobre todo porque Wei-Shin haya demostrado ser el gran guerrero que todos esperaban encabezando el ataque con el valor del y la furia del Dragón. Cho siempre ha sabido que Wei-Shin es un gran guerrero no es que le sorprenda, sin embargo, la demostración de hoy ha sido espectacular, todos han peleado con resolución, pero él ha sido la inspiración que lo ha hecho posible. Con estos pensamientos en la cabeza Cho, que va en cabeza separado de la expedición un par de kilómetros, llega a un altozano desde donde observa una pequeña elevación no muy lejos de unos sesenta u ochenta metros cubierta de foresta, lo bastante cerrada para entorpecer el avance de caballos, pero no tanto como para impedir la visibilidad.

Dirige su caballo hacia esta formación tomando la precaución de colocar el escudo en su pecho sujeto por el brazo izquierdo, y al galope para dificultar ser objetivo de algún proyectil en caso de tener ocupantes la arboleda. Enseguida alcanza su destino y descabalga para explorarlo más cómodamente sin que la foresta le moleste al cabalgar. Los troncos de los árboles que encuentra con como un brazo de hombre adulto de grosor, y están coronados a cierta altura por una copa frondosa de hojas verdes que se extiende unos seis metros en todas direcciones. Cuando está seguro de no haber peligro utiliza una pequeña hacha que guarda enfundada en una de las alforjas de su montura para cortar algo de madera seca que encuentra en un tronco sobre el suelo. Un rato más tarde el fuego de una hoguera consume con voracidad los trozos de madera que Cho ha dispuesto hábilmente.

Cuando el sol está comenzando a ponerse el jinete que va al frente de la caravana observa un fuego que se enciende a lo lejos dentro de una pequeña formación de árboles, tras un tiempo, en el que la caravana continúa avanzando, el fuego parece parpadear varias veces antes de estar unos segundos fijo. Reconociendo enseguida la señal se gira buscando a Wei-Shin.

  • ¡Campamento seguro delante señor! -

  • Dirígenos Bei. – Le responde a su vez Wei-Shin con júbilo – Hoy cenaremos con vino para celebrar que estamos vivos.

Parece que habrá algo de calma reparadora para el grupo que lidera después de todo.

La noche trae consigo un relente de aire fresco que provoca escalofríos sobre la piel húmeda de sudor de Wei-Shin, erizándole la piel del torso desnudo. Mantiene los ojos cerrados tratando de expandir su percepción al máximo sobre el entorno, dejándose llevar tras haber acabado el último movimiento del Kasumi no Kamae que finaliza con la katana recta sobre la cabeza sujeta con ambas manos, de lejos podría pasar por una estatua que provoca amenazadora al horizonte. Poco a poco la tensión de sus músculos se va relajando y recupera lentamente la posición de descanso, dejando la espada cogida con su mano derecha cruzada ante él y con la punta rozando la tierra entre sus piernas separadas. El enorme tatuaje de dragón que comienza en ambas pantorrillas y recorre todo su cuerpo brilla con la luz de la luna reflejada en el sudor en torno a las bellas líneas de colores que lo adornan, pero es en el corazón de Wei-Shin donde se encuentra la cabeza del dragón y los enormes ojos verdes que brillan con una fuerza inusitada.

<<Deja que la paz te guie a la guerra, no dejes que la ira dirija tus manos en combate.>> - recita en su mente varias veces antes de liberar la tensión que su mano ejerce sobre la empuñadura de la espada, y que acompaña el resto de su cuerpo, dejando tras de sí el agradable dolor que acompaña una sesión de entrenamiento. Cuando abre los ojos la noche ya es dueña de todo, y su cuerpo esta bañado por la luz anaranjada de varias antorchas cercanas que rodean la caravana para evitar el ataque de animales nocturnos.

Se encuentra apenas a treinta metros del campamento, pero durante los ejercicios se evade de tal manera que podría haber estado al otro lado del mundo. Recoge la funda de su katana y una camisola bellamente bordada, que ha dejado colgada de la rama de un árbol cercano, mientras se acerca a uno de los grupos de su gente que se ha reunido en torno a una hoguera sobre la que descansan ya los útiles para preparar algo de comer.

La escolta Omeya que ha contratado a los servicios del Califa debiera salirles al encuentro para acompañarles hasta Sidón, por su parte envió a su encuentro el día anterior un enlace que debiera volver en breve con el punto de encuentro concertado. Una vez en Sidón dejarán la mayor parte de la mercancía y seguirán camino hacia Italia para buscar destinos para sus productos a precios más altos que en Damasco. Al menos esta es la planificación que seguirá el grueso de la caravana que tiene designados varios gestores que garanticen que el proceso se cumpla. El espera encontrarse con Jahan en días próximos y conocer a su Gayoisi, lo que admite le produce una sensación entre desazón y expectación al no saber muy bien que esperar de un desconocido que será dueño en gran medida de su futuro.

  • Cho, ¿se han repartido las guardias? Hasta que llegue la protección de Ctesifonte quiero que los turnos sigan siendo dobles. – pregunta a su segundo que está dando vueltas al guiso del puchero en el que deliciosos trozos gruesos de carne salen a flote para volver a hundirse con cada movimiento del cucharon.

  • Sí señor, el primer turno hace rato que está en su posición. Los animales asegurados y toda la carga en tierra detrás nuestra. – Responde este sin vacilar mientras Wei-Shin asiente. – Hemos preparado algo de guiso si quieres comer algo. - Le dice indicando el puchero sobre las llamas.

  • Si, gracias. Os acompañare cenando. – responde a una invitación que su estómago hace tiempo ha aceptado.

  • ¿Esperaremos aquí la escolta o seguiremos camino?, Si no me equivoco tendrían que habernos alcanzado ayer ¿no? – Pregunta Cho mientras mastica un trozo de carne con avidez al quemarse la lengua.

  • Si esperaremos un día aquí a que vuelva el enlace, nos vendrá bien el descanso a nosotros también y este sitio es ideal para descansar y reponer las lanzas perdidas en el combate. La madera de este pequeño oasis es ideal para ello. – Responde acercándose al fuego y sentándose con las piernas cruzadas, un cuenco lleno del delicioso guiso llega a sus manos de las de uno de los hombres que asiste a Cho repartiendo la cena. A Wei-Shin le encanta como Cho se integra con sus hombres como uno más, no desprecia los trabajos más serviles demostrando que, aun siendo el segundo al mando, todos tienen las mismas obligaciones.

Da cuenta del contenido del cuenco con fruición comprendiendo el hambre que realmente tenía cuando se ve el fondo de este. Desde el ataque nocturno no había comido más que algo de fruta, y obligado por sus hombres que a veces parecen pecar de exceso de celo en torno a él, por lo que decide servirse un poco más viendo que parece que ha sobrado en el puchero. El calor que desprende la llama resulta agradable lo que hace que se demore más de lo necesario en cuclillas frente al fuego mientras vierte un par de cucharones de guiso bien cargados de carne y hortalizas que han quedado al fondo junto con mucha cebolla casi transparente después de la cocción. La llama parece llamarle, atrae su atención.

Con una transición suave y sin aviso previo el fuego parece cambiar, volviéndose acuoso, moviéndose como algas de fuego en el lecho marino, se refleja en las pupilas de Wei-Shin que parece haberse quedado en éxtasis derramando parte del contenido del cuenco delante de sus pies. Tras unos segundos de baile hipnótico la llama crece rápidamente como si lo hubieran alimentado con pólvora en una explosión de luz, adoptando en un instante la forma de una cara femenina que surge de él acercándose súbitamente a Wei-Shin, este trata de apartarse cayendo de espaldas y resbalando de sus manos el cuenco vertiendo su contenido en derredor. El ígneo rostro parece mirarle con ojos implorantes gritando con un sonido sibilante similar al de los troncos frescos ardiendo mientras la humedad escapa convertida en vapor.

-¡¡¡AYUDA!!! –

La cara retrocede hacia la base de la hoguera para después mirar hacia arriba y elevarse con rapidez, en el último instante, antes de desaparecer, la cara de fuego vuelve a mirar a Wei-Shin hasta alcanzar más de tres metros de altura dibujando el cuerpo de una mujer gigante que enmarca la cara perfectamente visible, y desvaneciéndose al recuperar la hoguera su tamaño normal como si nada hubiera pasado, per arrastrando un último grito de ayuda desgarrador.

- ¡¡¡ AYUDAME WEI-SHIN POR FAVOR!!! –

Wei-Shin tarda unos momentos en recuperar la consciencia y recordar donde está, para ver que le están rodeando sus hombres con caras de miedo y preocupación armados hasta los dientes.

  • ¡Que ha sido eso Señor! – Grita su segundo casi implorando una explicación. – ¡El fuego ha crecido hasta el cielo gritando! – Su voz tiembla y amenaza con quebrarse.

  • Tranquilos – Trata de calmarlos levantándose para demostrarles que está bien, dejando caer de su ropa los trozos de carnes y verdura que ha derramado sobre si – Alguien de quien esperaba noticias, aunque no era este el método que yo esperaba para contactar. Me he tirado encima el guiso ¡Jajaja! – Ríe con sinceridad dejando que los nervios se relajen con este sencillo gesto.

  • ¡Pues casi se queda sin pestañas Señor! Jajajaja – Ríen más por aplomo que por hacerles gracia, prefieren creerse esa historia y no darle más vueltas al asunto.

Recogen del suelo los útiles y le sirven otro cuenco con comida, que milagrosamente no se ha quemado, mientras Wei-Shin sigue mirando la llama. En su mente se ha grabado la cara que le pedía ayuda, él sabe que no ha sido un sueño, lleva mucho tiempo preparándose y sabiendo que este día podía llegar. Algo ha cambiado en el momento que la figura a desaparecido, despertando en él una extraña sensación de urgencia.

  • << Te encontrare Nora>> - Ahora se da cuenta que la conoce sin conocerla y que, por alguna razón desconocida, sabe perfectamente donde debe ir para encontrarla.

  • Cho, elije dos hombres más que nos acompañen. Partimos temprano descansad, mañana será un día duro. - Increpa a sus hombres mientras estos asienten y se preparan para descansar. – Bei, te quedas al cargo de la caravana, sigue la ruta especificada sin esperarnos. En Damasco encontraras a Fashá que tendrá todo dispuesto, sigue sus indicaciones.

<< De alguna manera estamos conectados ahora y puedo percibirte. No sé qué te ha ocurrido, pero reminiscencias de tu miedo me han llegado. Ahora sé dónde estás, te encontrare tu solo sobrevive >> - La mente de Wei-Shin no deja de trabajar, esta noche dormirá poco.

Alyoret afila la hoja de una espada mientras el atardecer tiñe de dorado el horizonte, y el mar baña la orilla de la playa con un suave murmullo que la brisa arrastra hasta la entrada de la casa, en cuyo interior el pedernal y el acero se enfrentan en un duelo que fortalece a este último haciéndole más fuerte, más feroz. Hace rato ya que el bello ave que trazaba círculos frente a su ventana, sobre los acantilados, tratando de ganar altura a desaparecido.

Sus Expertas manos dirigen el duelo regando con agua el filo constantemente para no estropear la piedra y arrastrar así los sedimentos que el pedernal arranca del filo. Las manos trabajan mientras los ojos siguen mirando el horizonte y bebiendo este maravilloso atardecer a través de la puerta abierta.

Cuando solo queda una fina línea de luz sobre el mar se para la danza entre el pedernal y el filo de la espada, como si el dueño de ambas se hubiera convertido en una estatua, únicamente el rumor del mar interrumpe el momento, hasta que finalmente el sol se oculta dejando solo tras de sí el rastro del aura dorada que convierte el cielo en fuego por unos instantes.

Decide dar por terminada su labor al comprobar con las yemas de los dedos el resultado de su trabajo.

<< Perfecta y equilibrada, serás un arma imponente en las manos adecuadas cuando seas elegida >>

Se levanta y deja la espada en una mesa donde otras armas ya han pasado por el mismo proceso, aunque a esta le ha montado un carísimo cuero rojo en la empuñadura entrelazado con el habitual negro. Solo al tenerla terminada se ha percatado del tremendo parecido de la empuñadura con la bandera insignia de un antiguo enemigo. Junto a la puerta a dejado una larga funda para armas realizada con pieles atadas con cuero, se acerca a cogerla y después introduce la espada recién afilada y otro par más que ya esperaban en la mesa iguales a la primera en varias secciones que tiene el receptáculo para que las hojas no choquen entre ellas y lleguen a mellarse. Después se dirige a la puerta que da salida a la calle echando un último vistazo a la casa que le ha acogido durante tanto tiempo.

  • Has sido nuestro hogar durante mucho tiempo, un tiempo perfecto, pero si ella no ha de volver mi tiempo aquí a terminado. – Dice en un susurro para sí mismo. Cuando confirma que tiene todo preparado en el exterior de la casa se acerca a la chimenea y saca un trozo de leña ardiendo con un atizador de hierro dejando el ardiente trozo de madera sobre una pequeña alfombra frente a la chimenea.

Fuera de la casa le espera un caballo enorme y de color marrón oscuro pastando suelto bajo un árbol que, eventualmente, deja caer frutos de gran tamaño y muy jugosos los cuales el animal ingiere con fruición, aunque hoy no ha habido suerte.

Alyoret coloca una sencilla silla de montar que esperaba en el suelo al lado del árbol sobre el lomo del animal y la ajusta con facilidad, para luego colgar el paquete con las armas de la grupa del caballo.

  • Bien Bulfasor, vamos a ver qué tal se da hoy. Tenemos un invitado insigne, así que pórtate bien y no muerdas a nadie. – Le habla al caballo que parece escuchar atentamente –

Tomando las riendas del animal y comienza a caminar a su lado durante un rato hasta llegar a un pequeño arroyo que salta por las paredes que acompañan el camino de bajada hasta la ciudad de Sidón. Se agacha al llegar al pequeño torrente de agua y bebe un poco ayudándose de las manos, después deja que el caballo también tome su ración antes de subirse a la grupa y continuar camino hasta la ciudad sin volverse a mirar la cabaña donde ha vivido estos últimos años, que ahora se ha convertido en una pira ardiente.

Llegar hasta su destino les lleva tiempo suficiente para que la noche se vaya cerrando en torno a ellos y se difuminen las líneas de la ciudad que tan claramente se veían desde su casa. Sidón no es la ciudad más grande de la zona, pero es un puerto de gran importancia, que además ha visto incrementada esta por el hecho de ser refugio en medio de la guerra. El Gobernador de Sidón ha sabido convertir la ciudad en refugio de capitales y personalidades con la promesa de salida inmediata al mar en caso de ponerse feas las cosas para Damasco, sede del califato.

Cuando la noche es dueña del firmamento las primeras casas se perfilan en la distancia, la luz que escapa de las casas ilumina parcialmente su camino hasta llegar a la ciudad donde pebeteros de aceite, repartidos de manera un tanto arbitraria hacen que la iluminación sea algo superior. Gira nada más entrar a la ciudad hacia el puerto y continúa caminando por las calles empedradas que repiquetean al paso de su montura. Las casas muestran una construcción propia de zonas costeras, los colores blancos y azules se mezclan con los ocres de los aperos de pesca aquí y allá haciéndose más patente según va llegando al puerto, llegando al caso de encontrarse en las calles los botes dañados para ser reparados por sus dueños en la puerta de sus casas. Al haberse terminado la temporada de los grandes bancos de peces algunas casas muestran las enormes redes sobre ellas para que se sequen y poder así remendarlas.

La avenida continua varios cientos de metros más, pero él se detiene ante un edificio cuadrado a su derecha de grandes dimensiones, es una edificación claramente militar vestigio del paso romano por la ciudad tiempo atrás. Debe tener unos doscientos metros por en cada una de sus cuatro caras, siendo estas idénticas y teniendo en su centro una puerta cuadrada roja de doble hoja de tres metros y medio de altura por cuatro de ancho entre las dos. Justo por encima de la línea máxima de las puertas rojas corren hileras de ventanas, doce por lado del edificio con arcos grabados y sin ventanas. El techo es a doble agua de teja roja, ya casi negra por falta de mantenimiento, que cubre una ancha galería interior de unos siete metros, dejando en el interior un enorme patio central con arena donde se realizan entrenamientos y exhibiciones de manera puntual, así como algún que otro torneo de monta de caballo o justas teatralizadas. El edificio es conocido como “La arena” y guarda cierto prestigio en la zona, contando con algunas de las mejores espadas de la ciudad entre sus alumnos, y siendo estos contratados por señores de la zona, o mercaderes adinerados. El último movimiento sonado ocurrió el año anterior cuando el Gobernador contrato al mejor alumno de la escuela como ayudante de cámara y asesor militar. En la práctica es más un guardaespaldas de garantías que cualquiera de los otros títulos que le puedan dar.

Alyoret desmonta de Bulfasor acariciándole la cabeza y se acerca a la puerta que da a la avenida del puerto, la empuja sabiendo que debe estar abierta y esta cede con suavidad, dando muestra de que sus bisagras están engrasadas y la apariencia de descuido del edificio no parece haber afectado a la puerta. Enseguida le llegan sonidos de risas socarronas y entrechocar de metales, así como la luz anaranjada de las antorchas que iluminan el túnel de paso del exterior a la zona de Arena interior. A través de la puerta únicamente se puede acceder a la arena y desde ahí al interior del edificio que la rodea con una sólida construcción.

Una vez dentro continua por el corto túnel y sale a la arena donde ve a un grupo de hombres que han clavado largas antorchas en el suelo creando un circulo de algo más de cinco metros de diámetro, las antorchas arden con furia iluminando el interior del circulo lo suficiente para que la visión sea plena, a la vez que generan un calor que llega según sople el aire haciendo que sientan en sus torsos desnudos agradables latigazos de calor puntuales.

Todos paran al entrar Alyoret y rápidamente forman una línea curva que sigue la línea de antorchas y clavan una rodilla en tierra. - ¡La ley del acero exige sumisión, acatamos la ley señor! – Gritan con fuerza rindiendo tributo al recién llegado.

Solo el sonido del fuego empujado por el aire acompaña las pisadas en la arena de Alyoret, este entra en el círculo de fuego y se detiene a un par metros de ellos. Las diferencias entre él y el resto son patentes, ellos son todos naturales del país con narices aguileñas y rostros afilados, aunque atléticos son de estructura mucho más fina que Alyoret, finas barbas cubren sus rostros en el caso de no estar completamente rasurados. Alyoret por otro lado es sinónimo de la palabra poderoso, su altura despunta por encima de ellos con sus casi dos metros de planta, su cuerpo parece una acumulación salvaje de musculatura oculta bajo una capa de vello negro y rizado que le da apariencia de oso, igual de poblada es su barba que junto a sus lacios y largos cabellos cogidos en una cola de caballo hacen de él la viva imagen del Goliat de las historias.

  • Aquí estamos – Dice pausadamente con voz poderosa – después de varios años de dolor y abnegación habéis llegado al momento en que no debéis demostrar si sois dignos que os llame hermanos. – Mira uno a uno a la cara mientras dice esto – pues ya os considero iguales

  • ¡La ley del acero exige sumisión, acatamos la ley señor! – Gritan de nuevo al unísono, pero esta vez Alyoret les acompaña desde mitad de frase.

  • Muchos comenzaron el camino, pero solo los que de verdad habéis abrazo la senda del acero os encontráis aquí, en este momento y este lugar. Y hoy vais a luchar por ganaros un lugar entre los elegidos para formar parte de un grupo muy selecto, ¡un grupo que solo ofrece la gloria a través de la sangre y el dolor!

  • ¡Acero, Acero, Acero! – Aclaman exacerbados

Alyoret se gira y vuelve al caballo donde coge el fardo con las espadas. Saca dos y las arroja delante de los hombres dentro del círculo, se queda una para él, mientras que la espada con el encordado rojo y negro queda dentro de la funda de piel. Del fardo saca también una bolsa de piel, la abre ya delante de sus discípulos y saco dos tarros tapados con un trozo de piel y cuerda que la bolsa contenía. El primero de los tarros contiene, una sustancia similar al sebo, impregna su mano y la pasa por el hombro derecho de cada hombre, dejando un rastro brillante al fuego allí donde su mano a extendido el viscoso producto. Una vez terminado guarda de nuevo el tarro y coge el segundo que tiene la piel agujereada por varias partes. Sacude el tarro ante cada hombro de nuevo llenándolos de un polvo azul y plata que se queda pegado allí donde el sebo y el polvo se encuentran. Aunque sus cuerpos están sudorosos ni una mota de este polvo se pega resbalando hasta la arena.

Cuando rocía al último de los hombres con el polvo del tarro, Alyoret se aleja de nuevo al borde de las antorchas dejando en el suelo la bolsa que contiene los tarros. Al dejar la bolsa en el suelo y levantar la cabeza percibe un movimiento en la galería superior más cercana, tras fijarse más detenidamente y dando tiempo a sus pupilas a acostumbrarse a la oscuridad detrás de las antorchas ve a una preciosa mujer embutida en un vestido propio de la corte de un rey. La mujer, de pelo dorado largo y ensortijado con dos pequeñas coletas colgando a ambos lados de su cabeza, y rostro cercano a lo angelical le mira y sonríe con una boca que haría las delicias de cualquier artista del mundo. Con un asentimiento de su cabeza le saluda, y el devuelve el saludo poniendo una rodilla en tierra y agachando la cabeza hacia ella.

  • Ante ti los nuevos presentes para la hermandad mi señora, hoy serán hermanos de pleno derecho, si la luz de la noche les acepta. – Se dirige hacia ella mientras se incorpora.

  • Solo podemos esperar que así sea Alyoret, os deseo lo mejor pues ya os considero hermanos, continuar. – agita la mano suavemente ante sí. Su voz, aunque dulce resuena son fuerza en la arena.

  • Combates a dos hasta primera sangre, ¡Que la luz de la noche sea testigo de vuestro sacrificio y os abrace si habéis de uniros a nosotros hoy! – El cielo truena a la vez que su voz retumbando en la arena, una fuerte racha de viento se levanta empujando con fuerza las llamas de las antorchas haciendo bailar oscuras figuras de sombras en las galerías superiores del edificio y en la arena.

Durante tres horas los combates se suceden incesantemente, uno tras otro, enfrentando siempre a dos hombres que buscan convertirse en hermanos. La igualdad es la tónica dominante, siendo solo los pequeños aciertos de uno u otro lo que hace que se marque al contrario con el rojo de la sangre. Pasado este tiempo todos muestran una o varias heridas como testigo mudo de haber participado en alguno de los combates, pero ninguna herida es de gravedad por lo que hoy el señor al que rinden tributo cenara solo.

A lo largo del combate se ha asentado una tormenta que amenaza con descargar en cualquier momento su virulenta carga, envíando fuertes vientos que levantan por momentos la arena en pequeños remolinos azotando a los contendientes mientras combaten.

  • Ha llegado el momento de abrazar la hermandad, ha llegado el momento de trascender, ha llegado el momento de recibir el premio a vuestro sacrificio, ha llegado el momento de consagrar vuestras vidas a la senda del acero y vivir para la muerte. – La voz de Alyoret se eleva sobre la arrolladora tormenta, imponiéndose como el trueno que parte la noche con estruendoso vigor. – ¡Ahora somos hermanos, ahora vosotros también sois hijos de la noche! – Mientras dice esto se ha introducido en el círculo de fuego y los contendientes le han rodeado poniendo rodilla en tierra cruzando su brazo diestro sobre el pecho con el puño en el hombro contrario. Cuando la formación es perfecta Alyoret levanta la espada al cielo mientras, como aparecida de la nada, la mujer de la galería aparece a su lado elevando una espada de acero azul grabada con miles de glifos minúsculos que cubren la totalidad de la hoja mientras se coloca delante de Alyoret. Ambas espadas se cruzan apoyándose la una en la otra, el cielo truena salvaje y el viento les empuja como tratando de impedir que estén en comunión.

Cuando los ojos de ambos se cruzan un brillante rayo parece partir el mundo mientras cae del cielo acompañando de un trueno tan poderoso que las paredes del recinto se estremecen ante él, incidiendo en las espadas cruzadas para un instante después romperse en quince rayos que rebotan de las espadas al hombro impregnado de sebo y polvo de los quince hombres que esperan de rodillas. Ninguno se mueve, no hay dolor, solo la eterna satisfacción de haber llegado hasta aquí.

El silencio se hace después de caer el rayo, la tormenta amaina como si nunca hubiera existido desapareciendo en unos segundos mientras las espadas continúan cruzadas en alto. La pareja sigue mirándose con intensidad tiempo después de que el rayo haya cesado, sus ojos transmiten un millón de mensajes secretos antes de que la mujer se separe de Alyoret dándole antes un suave beso en la mejilla, el la mira con un amor extremo en sus ojos. Sin decir palabra ella recorre el circulo tocando el hombro herido por el rayo de cada hombro y mirándoles a la vez cuando ellos levantan la cabeza al sentir como el dolor de la herida desaparece dejando una intensa sensación de bienestar.

Al tocar el hombro del último de los nuevos hermanos sale del circulo de hombres para llegar al límite de fuego marcado por las antorchas, se gira antes de continuar.

  • Sabed que ahora somos uno, nadie por encima de los demás, sois parte de la hermandad por derecho propio, no debéis nada a nadie. Bulfasor os ha abrazado y entregado sus dones por voluntad propia, haced buen uso de ello y seguid el camino del acero como única guía en vuestros corazones.

Cada uno de los hombres mira su hombro al salir ella del círculo de luz para contemplar una enorme cicatriz que cruza diversos trazos, los cuales se van estrechando conforme dibujan la línea, todas las creaciones son parecidas, aunque con ligeras variaciones.

Como si supieran que el ritual ha terminado las antorchas titilan antes de apagarse de un modo gradual extendiendo primero las sombras de los allí reunidos para finalmente dejar paso a la oscuridad de la noche. Sin cruzar palabras los hermanos recogen sus ropas y pertenencias y se despiden con un quedo apretón de manos para después agachar la cabeza en señal de respeto ante Alyoret, tras esto van saliendo en grupos por las diversas puertas de la arena dejando a solos al Alyoret y su montura dentro del recinto.

  • Vámonos Bulfasor aquí hemos terminado – Dice Alyoret asiendo las bridas del formidable animal y saliendo por la puerta que entró al recinto– Creo que la rueda ha girado y nuevos jugadores han entrado en la partida.

  • Alyoret Orise – Le refiere una voz enérgica al salir por la puerta de la arena por la que había entrado. – Traigo un mensaje del señor Arekose para entregar en mano. Pido permiso para hacer la entrega. – El que le habla es un hombre elegantemente vestido con los colores de la ciudad en su ropa, una fina espada con una funda a juego con el conjunto cuelga de su muslo derecho. A su lado un corcel algo más pequeño que el de Alyoret espera tranquilo.

  • Gracias Hernon, puedes entregarlo. – Le responde estirando la mano y asiendo el mensaje que le entregan. – No es necesaria tanta fanfarria.

El mensaje esta lacrado para dotarle de intimidad y, tras abrirlo, Alyoret descubre una invitación al próximo festival en la ciudad, cuyo valor principal serán los duelos con distintos tipos de armas y estilos enmarcados entre diversas diversiones como concursos de tiro con arco o demostraciones de cetrería de los grandes señores de las ciudades colindantes. Aunque no muy frecuentes, estos eventos son muy solicitados por la ciudadanía ya que suelen atraer a grandes luchadores de lejanos lugares que dan un espectáculo poco habitual.

Este festival ya estaba preparado desde meses atrás, pero la novedad es el premio de este año, la comandancia de las fuerzas de Sidón que partirán hacia el Zab para enfrentarse a los ejércitos abasíes junto a las fuerzas combinadas del resto de las ciudades pertenecientes al Califato con sede en Damasco. Grandes espadas pelearan por el honor que otorgara a quien sea que dirija el ejército, y el gobernador espera que Alyoret participe en el torneo.

  • La invitación al torneo invernal, no esperaba que me invitara tras rechazar el pasado año.

  • Ya fue triste que no participaras el año pasado, nunca sabremos si realmente gano la mejor espada de la zona o no. – Responde el mensajero mirando a los ojos a Alyoret.

  • No sigas por ahí Hernon, no hace falta. - Responde acercándose al mensajero y dándole unos suaves golpes en el hombre izquierdo - Ciertamente me traes la invitación en un momento oportuno dados los acontecimientos que han de llegar. – Su respuesta es lacónica, pero encierra algo que despierta nerviosismo en Hernon. – Ha llegado el momento de ponernos en marcha amigo.

  • Sabes que estamos preparados Alyoret, iremos al infierno y abriremos sus puertas para que el calor allí encerrado abrase a nuestros enemigos. – Habla con calma encendida el hombre mirando con respeto a su interlocutor.

  • Lo se amigó – Sonríe al oír detectar el entusiasmo que encierran las palabras – Cuando llegue el momento final sé que estaréis allí, pero ahora llega el momento de mover las piezas del tablero, o de ayudarles a llegar a su posición. – Mientras dice esto Alyoret guarda el papel en la alforja del caballo, junto a las espadas y se monta. – Dile a Arekose que Alyoret Orise acepta encantado la invitación, tendrá mi acero a su disposición en el torneo.

  • Así lo hare, será una delicia verte luchar en la arena. – Entona solemnemente el mensajero antes de girarse y encarar una calle lateral cercana para llevar la respuesta a su señor.

  • Bien Bulfasor, Los dados comienzan a moverse ya veremos qué suerte nos deparan, pero sin duda…estamos en marcha. – El caballo parece asentir realizando una cabriola antes de echar a trotar hacia una posada cercana.

La noche acompaña los pasos del caballo por el empedrado camino mientras un par de ojos vigilan desde una posición segura los movimientos del jinete, siguiéndole a distancia y evitando ser visto en todo momento utilizando las grotescas sombras que forman las antorchas y candiles que cuelgan caóticamente ubicados por las calles. Después de varios giros y avanzar por calles poco transitadas parece que Alyoret llega a su destino, una vieja posada que parece empotrada entre dos edificios como si hubiera crecido entre ellos tras haber sido terminada de construir, tratando de apartar a empellones los edificios colindantes. Al llegar a la entrada descabalga y entrega a un mozo las riendas del caballo, que se lo lleva hacia el lateral de edificación donde la posada tiene sus caballerizas, para después entrar en la posada. Su perseguidor espera en las sombras hasta estar seguro que Alyoret no saldrá, pasado este tiempo cierra los ojos y coloca sus manos simulando un cuenco sobre el que pone su cara, un tatuaje en el dorso de su mano derecha se ilumina suavemente con una luz azulada asemejando un ojo partido por un rayo.

  • He encontrado lo que buscamos señor, pero no es lo que esperábamos. Creo que debe prepararse, las cosas se van a poner interesantes. - Solo susurra al hablar, pero el mensaje llega nítido a su destinatario.


Featured Posts
Recent Posts
Search By Tags
No tags yet.
Follow Us
  • Facebook Clean
  • Twitter Clean
  • Instagram Clean
  • White YouTube Icon
  • RSS Clean
bottom of page